Reflexión

Transhumanismo y escatología

La última gran ilusión del hombre se presenta como la cultura  del transhumanismo, con todas las corrientes y variantes que se adscriben al término., bajo la creencia ilustrada de que la razón,  ciencia y tecnología pueden transfigurar radicalmente el cuerpo, el hombre y la sociedad.

Qué es el transhumanismo

Julián Huxley acuña el término transhumanismo, con la creencia de que la humanidad podía, científica y espiritualmente, trascenderse. Desde entonces, son muchos los científicos -tanto del campo de la biología como de la tecnología- e incluso los filósofos o corrientes de pensamiento que se han adscrito  al término transhumanismo para idear un futuro utópico, en el cual el hombre, de  alguna manera, consiga ser algo más de lo que es ahora, algo distinto, que algunos  se han dado a llamar transthumano o posthumano singularidadhumano aumentadohomo deus, etc.

Se aboga, por tanto, por de la autotransformación profunda. Paradójicamente, la solución para la auténtica diversificación personal se encontraría  en la universalización del patrón asexuado, cuyo principal referente sería el cíborg.

El transhumanismo aboga ahora por la inteligencia artificial como la portadora del futuro posthumano. Es aquí donde  haría su aparición el redefinido término de singularidad  que se  dará cuando el hombre cree una superinteligencia tal que sea capaz de crear por sí  misma otra superinteligencia, y así sucesivamente, de manera que las máquinas  mismas tomen el relevo al hombre en la creación de cada vez mayor inteligencia  artificial, que llegará en progreso exponencial a conseguir que todo el universo sea  inteligente e incluso sea una sola entidad global inteligente. Algunos, como  Lovelock   creen  que Gaia (la tierra sería un ser vivo e inteligente.

La segunda vertiente del transhumanismo tecnocientífico es la que apuesta por el mejoramiento biomédico. Esta rama pretende expandir la esperanza de vida  humana más allá de sus límites actuales, haciendo desaparecer la enfermedad y el  envejecimiento por medio de avances en el campo de la medicina y la tecnología  aplicada a nuestros organismos bajo la premisa de que “no hay parte del cuerpo  humano, incluyendo su cerebro, que no sea en principio susceptible de mejora  mediante prótesis de diverso tipo, algunas ya existentes y otra por descubrir e, incluso, mejorar las capacidades que ya posee el hombre por medio de la  manipulación genética.

Al tratarse de un proyecto para desterrar del hombre su debilidad ante la muerte y la enfermedad, resulta una exigencia irreprochable; dice el historiador Harari:  el transhumanismo pasa a ser escatología. El Transhumanismo pretende la inmortalidad y la supresión del mal sin Dios. La Sagrada Escritura propone eso mismo, y lo hace reconociéndolo como don de Dios.

Escatología según la Sagrada Escritura

Muchas de las promesas anunciadas por los profetas no se han realizado en la Edad del Hijo, como la inmortalidad, la paz, la conversión de los judíos, los nuevos cielos y la nueva tierra, la paz. La Palabra de Dios es infalible, lo que quiere decir que se cumplirán en un futuro posterior a la segunda venida de Cristo. No se puede decir que sea en la Venida final, porque no morir cuando se acaba el tiempo, no tiene sentido, tampoco la paz, y lo mismo la conversión de los judíos y las demás promesas mesiánicas.

La inmortalidad

Leemos en Is. 25,8   Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Yavé el Señor toda lágrima de todos los rostros. Confirmado por Apocalipsis 21,4 en una visión  “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

No se da ahora, pero no morir en el cielo no parece. Hace falta un tiempo, que es el milenio profetizado especialmente en Ap. 20. La Biblia conecta la envidia del diablo con la muerte. La victoria de Cristo sobre el diablo va unida a su victoria sobre la muerte. Es notorio que los que se mueven en círculos más o menos diabólicos sienten un atractivo por la muerte muy grande. Cine de Terror, disfraces, orgías en cementerios, sacrificios humanos y otras acciones oscuras. La inmortalidad va unida a la regeneración del ser humano, que ya veremos, y a una duración distinta.

Hombre nuevo

Las revoluciones de los últimos siglos y muchos movimientos religiosos pretenden alcanzar un Hombre nuevo. Pero los fracasos son sonados, incluso rebajando y maltratando a los hombres y mujeres concretos. El Hombre nuevo solo se puede alcanzar por un don gratuito de Dios.  La regeneración de Adán ha comenzado en el alma con la filiación divina, pero requiere tiempo para que alcance el cuerpo y el alma de hombres y mujeres. Eso es lo propio de la Edad del Espíritu Santo. Véanoslos con más detalle.

Regeneración

Este es el gran don de la edad del Espíritu Santo. En la primera epístola a los corintios San Pablo dice:” No todos moriremos, pero todos seremos transformados” (1 Co 15,51), después de la gran desolación en la que morirán dos tercios de la humanidad, los que permanezcan vivos serán transformados. Será como volver a la condición de Adán y Eva, pero mejor. Se curarán las heridas del pecado original y de los pecados humanos. Se apartará la oscuridad y la ignorancia de las inteligencias dándoles mayor agudeza. Se fortalecerá la voluntad con más fortaleza y capacidad de amar. Se ordenarán las pasiones y emociones dando más intensidad a los actos virtuosos. Los sentidos serán más perfeccionados, sin sorderas, cegueras, e insensibilidad del tacto el gusto y el olfato. El cuerpo sanará de tantas enfermedades como lo atacan y recuperará el modo juvenil, además de la inmortalidad. La comunicación intuitiva crecerá. Es decir, serán el Hombre Nuevo tan deseado por muchos y solo posible a la acción de Dios. La complementariedad de varón y mujer será armoniosa. Pero lo más importante será la inhabitación de la Santísima Trinidad en el espíritu y el alma que comenzó en el Bautismo, crecerá en intensidad, haciendo a los seres humanos hijos de Dios, herederos de la vida eterna y poseedores de la libertad de los hijos de Dios.

Estos transformados se llaman primicias de la Redención. Además de no morir tendrán las características de los cuerpos resucitados, pero sin pasar por la muerte. Claridad, agilidad, sutileza. Espíritu, alma y cuerpo unidos como en el origen de la Creación en el Paraíso. O mejor aún, como Cristo resucitado o María asunta al Cielo