Opinión

“No nos apetece tener hijos…”

Preguntada en la calle, en un informativo de la televisión, del porqué la baja natalidad en nuestro país, la respuesta de una señora de mediana edad fue esta: “debe de ser que no nos apetece tener hijos”.

Me dejó frío. El hijo, es una apetencia… ¿Sólo eso? Quizás por eso crece cada vez más el número de mascotas. Debe de ser que esas sí apetecen. Porque a lo mejor son más dóciles, tienen mejor humor o por lo menos es un humor más constante, sin tantos altos y bajos.

Y, ¿por qué no “apetece” tener hijos? ¿Porqué el hijo es un “ladrón” que me quita tiempo? ¿Porque no me deja dormir? ¿Porqué no cabe en el piso? ¿Porqué hace más difícil mi proyecto profesional ya que tengo que pedir bajas o hacer equilibrios con mis horarios?

Me parece que desde que se ha desligado la procreación de la sexualidad nos hemos vuelto más egoístas y más mentirosos queriendo justificar nuestras penosas actuaciones. Como decía el Dr. Rojas en una entrevista en “El Mundo”, “Hoy, el hombre finge amor y lo que busca es sexo. La mujer finge sexo y lo que realmente busca es amor”. Y eso deja tan vacío…

Es verdad que a veces la procreación va ligada a razones extrañas, patrióticas o de un tipo de razones no del todo convincente, como en el Ulster tanto los protestantes como los católicos quieren “ser más” que sus rivales para defender sus derechos civiles. O los judíos ortodoxos a quien el Estado de Israel mantiene casi gratis, y quieren que los hijos de Israel sean más numerosos. Pero se olvida que el niño que nace, la nueva vida es “otro” y no una mera prolongación de mis apetencias. Es curioso como los padres noveles descubren pronto que su hijo tiene personalidad. Y si tiene hermanos, en seguida sus padres ven las diferencias de uno y otro, aunque sean gemelos. Uno se da cuenta de que es “otra vida”, un sujeto autónomo, y no sólo un objeto de apetencia.

En otras sociedades, por ejemplo, en África, la vida se celebra. Es una bendición. Me gustaria que la entrevistadora del primer párrafo preguntase esa pregunta en África. La respuesta seguro que sería distinta. Puede que sean pobres y que no piensen demasiado cómo van a mantener a sus hijos, pero se ve mucha más solidaridad, y también, mucha más alegría. Ese es el testimonio unánime de los que han estado allí.

En el primer libro de la Biblia dice Dios a los hombres: “sed fecundos y multiplicaos”. Lo dice en sentido religioso. La transmisión de la vida es el desenlace natural y el fin específico de la sexualidad. Por eso, la finalidad procreativa de ese texto no excluye la finalidad afectiva: “y serán los dos una sola carne”.

Quizá no se den cuenta de que la vida es un don de Dios, transmitida con la colaboración imprescindible de los padres. Los creyentes creemos, además, que el alma, espiritual, es creada por Dios una a una. El hijo es algo más grande que una apetencia. Pienso que, en el fondo, todos nos damos cuenta.