Testimonio

La Revolución del 68: Mi experiencia personal

Soy hija, hermana, madre, separada, casada por 2ª vez, viuda, abuela, amiga. La segunda de 9 hermanos.

Estudios en el Colegio del Sagrado Corazón de Sarria.

De la generación del mayo del 68 francés. Filóloga. Profesora jubilada de la Pública. Al pie del cañón con los jóvenes; mucha aula. Mucha guerra.

Soy una motivada, una inquieta y muy impulsiva que con la PALABRA exulto, no lo puedo evitar. No sé cantar, ni coser, ni cocinar aunque sé leer y escuchar.

“Escucha Israel, (escucha Loles) El Señor tu Dios es el único Señor. Lo amarás con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Las palabras que te doy grábalas  en tu corazón, transmítelas y repítelas…” (Dt. 6 4-8)

Exulto!!! La Palabra es mi vida, mi luz, mi fe, mi esperanza; me da seguridad y fortaleza. Y las tinieblas que llenan mi corazón: angustias, miedos, tristezas, muertes quedan, gracias a ella, tamizadas e iluminadas.

Cuando era muy, muy pequeña, estaba angustiada por dónde estaba antes de nacer. Mi madre, al final, un día, harta de mí porque  era una pesada insistiendo, tuvo una santa inspiración del Espíritu Santo y me contestó:

¡Loles, estabas en la mente de Dios! Me tranquilicé y tuve la paz y la seguridad de depender totalmente de Dios. No era un ser perdido en la inmensidad del universo, era alguien en el seno de Dios Padre. Nunca podré agradecer a mi madre su respuesta tan plena del Espíritu. Jesús ya no me soltó de la palma de su mano.

“El me protegerá en su tienda el día del peligro: me esconderá en lo escondido de su morada”. Exactamente como dice el salmo 26.

A los 18 años empecé la Universidad. Era el año 1968 (Beatles, Bob Dylan, India,  religiones de Oriente,  prohibido prohibir, haz el amor y no la guerra, etc.)

Mi perfil es típico y fácil de explicar: soy de la generación revolucionaria del 68. Estábamos enfadados con todo. La verdad era que vivíamos en un mundo muy encorsetado e hipócrita. Fue una época muy intensa, muy divertida, pero muy dura. Según como, pasamos una guerra. Rompimos con todo y eso tuvo consecuencias, sobre todo en la familia y en la fe.  Teníamos ideales de libertad, coherencia, sinceridad, compromiso, radicalidad, verdad etc. y como ya se  sabe  todo acabó en un estrepitoso fracaso y con  consecuencias muy graves: abrimos el camino al relativismo, al nihilismo, al marxismo, al utilitarismo, al hedonismo… a las separaciones matrimoniales, al aborto, las drogas, al sexo fácil, y lo más importante; nos apartamos de Dios y no transmitimos la fe a los hijos. Todos hippis o marxistas.

Tengo una cosa clara: me siento culpable y responsable del daño que mi generación ha provocado. Y lo escribo con todas las letras: culpable. No quiero rehuir mis responsabilidades y no  busco justificaciones.

Pido a Dios que me conceda  reparar el mal que hicimos. Jesús en el Gólgota   reparó  todo el mal, y nos perdonó porque no sabíamos lo que hacíamos… Pero, de verdad, ¿no lo sabíamos? qué irresponsables éramos. Misericordia Señor, misericordia.

Pido perdón  a mis hijos, a mis padres por haberlos hecho sufrir tanto. A los que tienen   padres separados y a los hijos de mis amigos y conocidos que han sufrido las consecuencias de los actos de sus padres.

Pido perdón porque  las ideologías marxistas, freudianas i hippis más que liberarnos nos esclavizaron y caímos en verdaderos guetos o en una especie de pseudosectas en las cuales la ideología y el pertenecer al grupo eran incuestionables.

Pido  perdón por la frivolidad y  superficialidad en que se convirtieron nuestras vidas cuando lo que pretendíamos era la coherencia, la sinceridad y la bondad y se acabó en noches de alcohol, sexo y drogas porqué se pretendía  romper tabús para cambiarlo todo.

Pido perdón  per ser  de los primeros en tomar anticonceptivos, en creer que el sexo tenía que ser libre y abierto, en creer que todo el mundo es bueno, que todo es justificable.

Pido perdón por los sacerdotes que perdieron completamente el norte y todavía complicaron más las cosas.

Pido perdón  por los padres y madres que se rebajaron y se apuntaron al carro de las ideologías modernas y progres de sus hijos.

Pido  perdón por la educación  laxa i permisiva que se daba a los hijos.

I sobretodo, pido perdón porque mi generación rompió  conscientemente la transmisión de la fe. La  mayoría de hijos de mis amigos de juventud  no son cristianos; incluso hay que han querido apostatar. Esto es lo que me duele más y de lo que me siento más culpable. Los hemos dejado huérfanos.

Todavía hay gente que piensa que fue una época fantástica. Para mí, es desolador. Abrimos la caja de Pandora para que el mundo de la familia se derrumbase. Es notorio el cambio que ha habido: homosexualidad,  género, hijos subrogados, transhumanismo… hoy en día todo es posible.

Está claro que los de mi generación nos fuimos de un extremo a otro y perdimos todo referente moral. Es decir: la rectitud de conciencia. Hicimos nuestra la cultura del “no hay para tanto” que se tradujo en un laxismo total:

Los sacramentos, el matrimonio, la confesión y la Eucaristía habían perdido su sentido. Casarse, separarse y vivir en pareja o ir a comulgar sin estar en gracia (que  ya no sabíamos lo que quería decir) y sin confesarse (Dios es bueno y ya sabe) no era problema.

Con dos amigos ya veíamos que aquello no iba bien y nos empezamos a apartar. La búsqueda de la verdad nos quemaba e inquietaba. ¿Qué estábamos  haciendo? ¿Dónde estaban nuestros ideales?

Un hecho que me tocó fue el accidente de avión de los jóvenes deportistas chilenos. (Justo la peli que han estrenado ahora) Encontrábamos lógico que se alimentasen de sus compañeros. Puro utilitarismo. Pero un señor mayor católico, me dijo: había que ponerse a andar enseguida y no esperar; y por esto se salvaron.

No entendíamos que el fin no justifica los medios

Empecé un largo camino de búsqueda de la verdad, una época de formación y combate; muchísimas lecturas, sufrimientos y penalidades, pero estaba viva!!!!!!

Inicié grandes lecturas: clásicos griegos, latinos, medievales, literatura realista, romántica, poesía, historia etc. Me lo tragué todo y me hizo un bien tremendo porque iba descubriendo  la presencia de Dios en la vida, en la historia. Dios se valió de mi inquietud intelectual para que iniciase un camino hacia Él. Conocí a la humanidad perdida desde siempre  buscando desesperadamente el deseo infinito de lo infinito y haciéndose las preguntas que nos hacemos todos: ¿de dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Quién soy? ¿Qué es la muerte? ¿Quién es Dios? ¿Dónde está?

Y al final, el gran libro y el gran redescubrimiento: la Biblia.

A pesar de mi búsqueda de la verdad no tenía paz. Sin embargo, otra vez, unas lecturas me empezaron a abrir los ojos. Santa Teresa de Ávila me enseñó que la relación personal con el Señor Jesús es real; San Ignacio que el Señor es nuestra roca; San Agustín que Dios está en el fondo más fondo de mi corazón; y repescaba a Santa Teresita que me decía que el Señor es mi descanso, mi consuelo, mi refugio, mi fortaleza y que solo tenía que dejarle hacer. Charles de Foucauld me mostraba el abandono total en Jesús y por último, el Papa Ratzinger nos abrió una fe racional.

A raíz de una crisis que pasé por agotamiento experimenté una profunda conmoción en el alma que llegó de la mano invisible de Dios y de la Virgen de Lourdes. Encontré a Jesús, Dios, Grande, Poderoso y Misericordioso en una capilla con el Santísimo expuesto. Un encuentro único: “Mi hora décima”. Lo más hermoso es que la forma de esta capilla está inspirada en la tienda del Encuentro donde Moisés  se encontraba con Iahvé y hablaban los dos como amigos cara a cara. La tienda se llenó de la gloria del Señor y Moisés o, yo en este caso, gozamos del amor de Yahvé. Historia que me toca profundamente y que me fascina.

Así, después de un largo recorrido personal de búsqueda, la Madre me llevó al Hijo y entró en mi corazón.

“Convertiré vuestro corazón de piedra en uno de carne” como dice Ezequiel.  Lo experimenté. Es cierto. El corazón de piedra se me fundió. De una  conversión racional pasé a la conversión del corazón.

Cierro el círculo: ya no estoy en la mente de Dios. Estoy en el corazón de Dios.  La luz que disipa las tinieblas

Gloria a Dios.