Ana era una joven profesional que trabajaba en una empresa de distribución, con una actividad de gestión en la sección de venta de alimentos al por menor. Estaba a gusto con su trabajo y con la cultura que los altos directivos de la empresa querían crear, los cuales con cierta frecuencia exhortaban a que los empleados compartieran su opinión y actuaran con claridad y transparencia.
Estaba empezando el verano y en la empresa le plantearon si durante cuatro meses podría cubrir la posición de un compañero del departamento de márquetin que tenía permiso de paternidad.
Susana, su jefa, de quien recibió la petición, se lo planteó no solo como una necesidad de la empresa, sino también como una ocasión para coger más responsabilidad y conocimiento. Esto supondría que, durante ese periodo, Ana dedicaría una parte de su tiempo a las tareas que ya realizaba y otra parte la dedicaría al márquetin para restauración. Aunque no era una posición de su interés aceptó, viendo en ello una oportunidad para aprender y conocer más a fondo una posición de márquetin.
Durante ese periodo Ana estuvo aprendiendo desde cero esta nueva actividad profesional y qué debía hacer. En septiembre tuvo mucho trabajo en ambas posiciones y cierto estrés, pero como quedaba ya poco tiempo para la suplencia, lo sobrellevó sin darle mayor importancia. Pero su sorpresa fue que, a mitad de octubre, le comentaron que la persona con permiso de paternidad dejaba la empresa y que ella debería asumir la actividad de márquetin tres meses más, hasta enero.
Durante octubre y noviembre, Ana fue haciendo lo que pudo, dedicando muchas horas al trabajo. Se daba cuenta que no lograba gestionarlo todo adecuadamente. Estaba angustiada porque no podía hacer su trabajo tan bien que deseaba. Además, tenía dudas a la hora de tomas decisiones y apenas tenía ayuda o apoyo por parte del equipo. Esta situación le llevaba a tener una agenda muy apretada con reuniones en ambos equipos y muchas gestiones que hacer. Algunos días casi no tenía tiempo para comer y salía tarde del trabajo. Cuando estaba en casa y durante los fines de semana estaba nerviosa y pensando continuamente en el trabajo. Su estado anímico afectaba también a su vida familiar.
Ana daba vueltas a qué debía hacer: ¿aguantar hasta enero? ¿Hablar con su jefa habitual, o tal vez con el jefe que ahora tenía en el departamento de márquetin? Con la primera tenía más confianza, pero tal vez sería más eficaz hablar con el segundo para logar que sus compañeros la apoyaran más. Pero tampoco estaba segura de que eso resolviera el problema.
La verdad era que Ana, tenía cada vez más nervios, malestar e inseguridad, pero no quería dar la impresión de se habían equivocado al darle esa responsabilidad, ni tampoco dar la imagen de ser una persona incapaz. Era ya finales de noviembre y se acercaba la campaña de Navidad, la cual podía afectar aún más su situación personal.
Comentó la situación con varias compañeras. Una le recomendaron hablar con Susana, si más no, para que fuera consciente del problema y también con un compañero de márquetin, que debería ayudarle más, para que cambiara de actitud. La otra, le sugirió que analizara sus tareas para hacer una propuesta, indicando cuáles eran más relevantes y debía seguir haciendo y cuáles podría sugerir fueran asumidas por otra persona del equipo o que, temporalmente, no se hicieran. Una tercera, le alentó a ser transparente con los jefes, y aplicara eso de comportarse con transparencia y claridad.
Cuestiones:
- Analiza el comportamiento de Ana y de sus jefes tanto desde la perspectiva ética como operativa. ¿Ves algún fallo en Ana? ¿Ha flojeado en alguna virtud?
- ¿Qué virtudes debería ejercitar Antonieta para resolver el problema?
- ¿Qué le recomendarías?
Comentario
Por lo que cuenta el caso, aunque sería necesario, conocer más detalles, Ana parece una persona responsable, con ganas de mejorar en su experiencia profesional y dispuesta a colaborar. Todo ello, sin olvidar su lógico interés personal por aprender y ser reconocida en la empresa. Pero su extrema responsabilidad y el deseo de ser bien valorada le lleva durante tiempo a ocultar su verdadera situación y, con ello, a perder su equilibro emocional y su salud física y espiritual; y tal vez también a no cuidar suficientemente su aportación a la vida familiar. Puede también haber repercutido a su trabajo, en términos operativos, ya que el cansancio facilita cometer errores y trabajar mal, o al menos, no tan bien como debería, como la propia Antonieta reconoce. En esta actitud hay un punto de vanidad y, sobre todo, falta prudencia (sabiduría práctica) para juzgar rectamente y tomar una recta decisión del modo y en el momento oportuno.
Con todo, Ana ha hecho algo relacionado con la virtud de la prudencia: pedir consejo a quien está capacitado para darlo. No sabemos si estas amigas son las mejores consejeras que podían encontrar, pero son personas amigas que conocen la situación. En todo caso, no está de más escucharlas y ponderar lo que dicen. Alguna otra persona sensata, aun siendo ajena a la empresa, también hubiera podido proporcionarle criterios de sentido común.
De hecho, lo que recomiendan parece razonable y puede tener cabida en esta empresa, a menos que expresar la opinión, ser clara y transparente no sea más que retórica y, nada de lo que dice el caso, hace pensar que sean solo palabras. Parece, sobre todo, importante hablar con su jefa permanente que, además, es quien la ha propuesto, y no tiene por qué conocer la situación real de algo que ocurre en otro departamento. Preparar un plan realista para resolver el problema también puede ser de agradecer.
En cuanto perder imagen personal no debería ser el criterio primordial: primero es la verdad, después la imagen. Pero, en realidad, Ana no ha de temer perder imagen, aunque quizá de un modo distinto. En su trabajo, Ana está haciendo es mucho más de lo razonable, no llegar a todo no es ningún desdoro. Puede, además, ganar la imagen de ser una persona responsable que quiere hacer las cosas bien -una imagen que responde a la realidad- y también el reconocimiento de ser alguien que no se inventa problemas, sino que simplemente los expone, al tiempo que se esfuerza en proponer soluciones para resolverlos.
Aparte de prudencia para tomar una buena decisión y llevarla a cabo oportunamente. Necesitará también sencillez para exponer la situación con claridad y veracidad, humildad para vencer el punto de vanidad que pueda haber y fortaleza para hacer lo que debe.
Qué ocurrió
Así lo cuenta la propia Ana: “Al final me decidí por hablar con mi jefa y exponer con sencillez mi situación: cómo lo estaba viviendo, el ver que no llegaba y qué tareas quizás debía dejar. Conjuntamente decidimos que ella hablaría con mi nuevo jefe. Además, yo también le comenté a él lo que me pasaba, aunque esa vez no fui tan explícita. Pero no me decidí a hablar con mi compañero sobre su poca involucración, ni lo comenté con claridad a mi nuevo jefe, por lo que no fui prudente ni fuerte y no me facilitó tener esa ayuda que necesitaba por su parte. Con el paso del tiempo, valorándolo bien, también pienso que no fue prudente esperar tanto tiempo a transmitir esta inquietud a mis jefes, ya que sin darme cuenta me estaba afectando cada vez más a mi salud. Después de esas conversaciones revisamos mi trabajo, delimitamos mucho más los puntos que sí asumiría y los que no y, en algunas tareas, me ofrecieron más ayuda de compañeros que asumirían algunas tareas.