Reflexión

Sobre el origen del universo

Preguntarse por el origen del universo remite a dos cuestiones filosóficas: ¿Por qué el ser y no la nada?[1] ¿Qué es el tiempo?[2] Son dos cuestiones que interpelan nuestra razón, que revisten cierto carácter enigmático. En nuestra experiencia cotidiana, llamamos tiempo a la conciencia de una sucesión de fenómenos reconocibles en su repetición, cuyo núcleo es el día y la noche. Y hablamos de eternidad, significando una situación en la que esa sucesión no tiene, ni principio, ni término: no hay un antes, ni un después.  Así como el tiempo es medible, la eternidad carece de medida, es un cierto infinito.

Cuando aplicamos estos conceptos a la realidad exterior, nos encontramos con dos posibilidades: el universo ha existido siempre, es eterno; el universo ha tenido un principio, es temporal.

Teorías sobre el origen del universo

El estudio sobre el origen del universo ha sido siempre un objeto fascinante para la razón. En la actualidad, existen múltiples teorías[3]: aquí nos referiremos al big bang; al cosmos oscilante; al cosmos estacionario; al cosmos como creación[4].

En la teoría[5] del big bang, el universo parte de un único elemento como principio y, a partir de él, sigue un progresivo desarrollo espacio-temporal.

La teoría del estado estacionario sostiene que el universo es una entidad perfecta y que, a pesar de estar en expansión, esta perfección (entendida como una proporción de densidad constante) no varía gracias a la creación permanente de materia (aproximadamente un protón por cada kilómetro cúbico que el universo crece). De este modo, la visión del cosmos por parte de un observador externo sería estacionaria o constante, ya que el universo siempre tendría el mismo valor desde una relación de densidad y espacio-tiempo.

La teoría del universo oscilante propone un universo cambiante en procesos cíclicos. Estos procesos cíclicos estarían compuestos por un Big Bang, seguido de una expansión que terminaría finalmente en un Big Crunch, que daría a su vez un nuevo Big Bang y el universo comenzaría de nuevo. Se trata de una teoría que, actualmente, la mayor parte de los astrónomos han descartado, aunque todavía continúa siendo bastante discutida.

En estas dos últimas teorías, el cosmos estaría en una especie de eternidad, de inmovilidad temporal, dado que sus procesos no implican avance o desarrollo temporal lineal, sino una permanencia constante en su configuración.

La perspectiva de la Creación

Contemplemos ahora la realidad desde la perspectiva de la Creación.  Esta doctrina sostiene que el origen del universo no está en sí mismo, sino en una entidad externa a la que se denomina Dios. Aristóteles ya había atribuido la producción del cosmos a un ente supremo que denominó Primer Motor. Pero, este Primer Motor forma parte del universo, precisamente como impulsor de su actividad. En la creación, Dios y el mundo constituyen dos realidades absolutamente distintas y separadas.

Por eso, conviene, previamente, aclarar la confusión que encierra el término crear, en su acepción genérica de producir algo nuevo. La noción de creación aquí tiene un origen exclusivamente religioso. Aparece en la revelación judeo-cristiana, mediante un término preciso en hebreo (bará), que es utilizado exclusivamente para designar esta concreta acción divina.

Así, el concepto de creación en la concepción bíblica significa la producción del ser total de la realidad, sin sujeto previo –según la expresión clásica: ex nihilo, de la nada-. Esta acción requiere una potencia infinita, por lo que la creación solamente puede ser producción divina. Únicamente Dios es el creador de todas las cosas.

Pasemos ahora a la cuestión de la temporalidad. Hemos visto el carácter temporal del big bang (se calcula actualmente el tiempo transcurrido desde la explosión inicial en unos 13.800 millones de años luz). En las otras dos teorías, se connota la ausencia de un significativo progreso o avance temporal. Fijémonos, ahora, en la teoría de la creación. El mundo creado por Dios, ¿tiene un inicio temporal, o es eterno?

Desde el punto de vista de la revelación bíblica, el mundo es temporal. En el libro del Génesis se inicia la narración de la creación con estas palabras: “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra”[6]. El texto continúa distribuyendo el despliegue de la creación a lo largo de seis días (no entramos aquí en la exégesis del término día en este contexto, pero tiene claro significado temporal).

¿Podemos afirmar el carácter temporal del universo?

Pero, desde un punto de vista filosófico, exclusivamente racional, ¿podemos afirmar también su carácter temporal? ¿es demostrable?

En primer lugar, hay que asentar el principio de la inexistencia de un tiempo o espacio anteriores: el universo no se ha depositado en un receptáculo espacio-temporal previo a su existencia, porque, entonces, estaríamos hablando no de la totalidad del cosmos, sino de un momento de una realidad anterior[7].  Y, admitir esta posibilidad, nos llevaría a un regreso in infinitum, sin posibilidad de fijar el objeto de nuestro estudio.

Ahora, nos interesa fijarnos en la cuestión de la dimensión temporal. Cuando Sto. Tomás se plantea la posibilidad de la demostración racional de la creación en el tiempo, argumenta del siguiente modo: la noción de crear no comprende la de eternidad; la noción de eternidad no excluye la de creación. En consecuencia, para él, racionalmente, no es posible afirmar ni negar que la creación sea eterna.

En efecto, crear significa únicamente que el ser del universo es fruto de una acción divina, sin especificar el cuándo. Y afirmar la eternidad, no excluye que el universo sea efecto del acto creador, porque, como criatura, ha necesitado recibir el ser de Dios[8].

Estamos de acuerdo con Santo Tomás cuando sostiene que, racionalmente, no es posible dilucidar si el universo tiene un inicio temporal o es eterno[9]. Como veíamos antes, es la Revelación cristiana la que nos da el dato del inicio temporal de la creación, al afirmar que “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra” y sigue su desarrollo de modo temporal.[10] Actualmente, la investigación cosmológica presenta una serie de pruebas, que apuntan a la existencia de un Dios creador[11].

Por otra parte, nosotros tenemos la experiencia viva de esa realidad que llamamos tiempo, de ese sucederse de los días. Vivimos nuestra historia personal –nuestra biografía-, al compás de la historia de la humanidad, historia que se sitúa en el tiempo. Y precisamos de un punto de partida, de un inicio, para poder medirlo. Por tanto, trasladando nuestra experiencia al tiempo de la creación, juzgamos que hubo un inicio, aunque es imposible situarlo, dado que no existía un antes de la creación.

Sea cual sea nuestro modo de captar el tiempo, se precisan dos condiciones: que se establezca una unidad de medida, y exista un espectador capaz de captar y mensurar ese fenómeno: el hombre. Esto postula la existencia de un conocimiento de los fenómenos en su singularidad y, a la vez, poder mantener su relación en la sucesión antes-después. Es decir, solamente existe el tiempo ante la presencia de un sujeto inteligente. El movimiento que pueda existir en el cosmos, se convierte en tiempo cuando existe un  espectador humano, un ser provisto de potencias espirituales (memoria y entendimiento).

Podemos concluir, en consecuencia, que el universo existe y es temporal, porque hay un Dios Creador.

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[1] ¿Pour quoi l’être et non mieux le neant? Encontramos esta pregunta en Sartre (L’Être et le Neant). Es una pregunta metafísica que ha sido planteada o comentada por filósofos como Gottfried Wilhelm Leibniz, Ludwig Wittgenstein​ y Martin Heidegger. Este último la denominó «la cuestión fundamental de la metafísica«.

[2] San Agustín decía “Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé”.

[3] Un estudio completo del estado de la cuestión puede verse en Michel-Yves Bollore y Olivier Bonnassies, Dios, la ciencia, las pruebas, Editorial Funambulista en co-edición con Ladera Norte, Madrid 2023/2024, 4ª ed., pp. 109-116.

[4] En relación con las teorías  del cosmos como creación, podemos citar el diseño inteligente de Stephen Meyer, como principal representante.; la autocreación (El gran diseño) de Stephen Hawking, o la nada profunda, de Lawrence Krauss (ibid.).

[5] Propiamente, se trata más bien de hipótesis, porque no han sido demostradas de modo definitivo.

[6] Gen 1, 1ss.

[7] O bien, estaríamos dando realidad a un espacio y tiempo meramente imaginarios.

[8] O caer en la contradicción de afirmar que el universo se ha hecho a sí mismo. Además, la noción de eternidad es distinta referida al universo, o referida a Dios. En Dios supone una plenitud de ser. En el universo, simplemente la imposibilidad de fijar su principio en el tiempo.

[9] Decimos racionalmente, es decir, en el plano filosófico. Desde la perspectiva científica, puede haber datos experimentales que indiquen la existencia de un principio en el tiempo.

[10] Ver nt 3.

[11] Michel-Yves Bolloré-Olivier Bonnassies: o.c., pp. 259-289.