Francesc Torralba, No hay palabras. Asumir la muerte de un hijo. Arallibres, Barcelona, 2024, 211 págs.
Estamos ante un libro muy singular, en el que Francesc Torralba describe y reflexiona sobre un acontecimiento que le golpeó fuerte y dio origen a un tremendo dolor: La muerte en accidente de montaña de si hijo Oriol el 14 de agosto del 2023 en una excursión que hacían juntos padre en hijo. Oriol, lleno de vitalidad y proyectos, tenía 26 y próximamente iba contraer matrimonio. En libro describe con detalle la excursión, como Oriol se adelantó en el camino y, poco después, dejo de responder a las llamadas, cada vez más angustiadas de su padre. Al cabo de algún tiempo, alguien, que no era Oriol, respondió y así pudo iniciarse el rescate.
Con emocionantes palabras, Torralba describe todo lo que ocurrió después, al encontrar a Oriol sin vida en un barranco de difícil acceso, y los días siguientes. Cuenta como esta traumática experiencia hizo que el mundo de Francesc se parara y que se tuviera que enfrentar a sentimientos, sensaciones y pensamientos difíciles de digerir. El título, “no hay palabras” expresan bien la situación. Poco a poco, el padre atribulado reacciona y pasa de la ira a una profunda resignación y de la resignación, al consuelo para terminar experimentando gratitud hacia la persona que se ha ido. No suele ser esa una conclusión frecuente del proceso de luto. “Por experiencia personal puedo decir -afirma Torralba- que la última fase de este proceso [de duelo] no es, como dicen los manuales la aceptación o asunción de la muerte de ser querido, sino un inmenso y profundo sentimiento de gratitud.” (p. 131). Se llega a esta conclusión al entender que aquella persona que nos ha dejado nos ha regalado algo grande con su vida y presencia: sus palabras, sus consejos, sus bromas, su generosidad y sus dones, y como todo esto ha contribuido a que seamos como somos (Cf. p. 133).
La obra, dividida en tres partes, tiene una estructura sencilla. La primera es una descripción detallada de la perdida del hijo, detallando no sólo los hechos, sino también la experiencia interior de un padre que de repente y de modo totalmente inesperado pierde a su hijo en plena juventud. El segunda parte explica el proceso de luto seguido, un camino tortuoso y con muchas idas y venidas, que hace patente lo único insalvable: la muerte. En la tercera parte, titulada “Las palabras del filósofo” acude a un celebrado pensador, Søren Kierkegaard, a quien Torralba conoce bien, desde su tesis doctoral en filosofía, y a quien considera su filósofo de cabecera (p. 140). Busca en él bálsamo para su alma atormentada. Lo relee desde la experiencia del hijo fallecido y encuentra nuevos significados (pp. 139ss). Concluye con un pensamiento profundo: “Vivir cada día como si fuera el último no es perder el norte, es tener muy presente para qué existimos y qué hemos venido a hacer. Quien vive así. no se lamenta, al morir, de no haber hecho o dicho, porqué ha aprovechado cada día.” (p. 203)
Concluye con un breve, pero jugoso, epílogo en el que señala tres conocidas virtudes que se pueden descubrir permaneciendo al lado de la tumba de un ser amado: la humildad, que nos coloca en la realidad de la propia excelencia, la compasión, para comprender el sufrimiento ajeno, y la magnanimidad, que lleva a valorar la vida en lo qué es evitando sutilezas y naderías.
El libro es, en el fondo, una magnífica descripción del aprendizaje ante la muerte de alguien que amamos, contado en primera persona. “Un aprendizaje que no se adquiere en ninguna institución educativa.” (p. 207).
El libro muestra a alguien que en ocasiones manifiesta su condición de cristiano, especialmente en los momento del rescate, en que repite el Padrenuestro. También valora el ritual de exequias, aunque matiza: ya sea religioso o laico (p. 115). Sin embargo, a lo largo de la obra, se profundiza poco en la perspectiva cristiana y la esperanza de la vida eterna que, para muchos, resulta el mejor bálsamo para afrontar el duelo. Con todo, es un libro recomendable, especialmente en personas en situación de luto.