Allison Pugh, The Last Human Job. The Work of Connecting in a Disconnected World, Princeton Press, 2024, 365 pp.
Es reconfortante encontrarse, entre la marabunta de obras posthumanistas que abogan por un supuesto fin del trabajo, un texto que, pleno de sentido común, glosa la necesidad del reconocimiento del trabajo humano como conformante social. Pough es socióloga, lo que no le libra de las rémoras del imaginario gringo, como pensar que, de la misma manera que lo universal se reduce a lo gringo, la teoría se reduce al caso. Con todo, el viaje que nos da la profesora de la Universidad de Virginia por la investigación de campo y sus múltiples entrevistas, es más que suficiente para apuntalar su tesis. Esta es que las labores conectivas que emanan del trabajo cimentan las relaciones y la comunidad, al punto que son indispensables para una vida social sana.
Pugh se centra en el examen de trabajos donde hay un sustrato servicial, la enseñanza y la sanidad, sobre todo. Critica la sustitución de presencialidad humana, y no aborda el sector industrial (para eso las 365pp. se quedarían cortas) y la conectividad sindical o corporativa. No obstante, sí que apunta la importancia organizacional de las pautas conectivas en todo emprendimiento laboral. Era necesario decir todo esto. Sus conceptos de intimidad social y de cultura conectiva son, por otro lado, del máximo interés.