Texto del Evangelio (Lc 6,39-45): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».
»Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca».
Esconderse tras una máscara, vestir un disfraz, aparentar ser otra persona es una diversión que asociamos a los carnavales. En nuestro tiempo hay además otras ocasiones de ocultar la propia personalidad, por ejemplo, en las redes sociales. Se aparenta lo que no se es, se esconde la propia realidad porque no nos gusta o porque preferiríamos ser otros. En el fondo son formas modernas de hipocresía que dañan no solo a quien vive en forma de “camuflaje”, sino que empañan las relaciones con otras personas.
El hipócrita no es capaz de admitir las cosas como son, ve la realidad desde su prisma extraviado y por eso no acierta no consigo mismo ni con los demás. El hipócrita vive en falso. Puede parecer bueno pero sus obras acaban delatándolo tarde o temprano.
Es lógico que Jesús, que es la Verdad, condene con fuerza el vicio de la hipocresía. Sus palabras en el pasaje del evangelio de hoy, así como en otros lugares, no admiten interpretaciones. Son expresiones claras, duras, porque la hipocresía daña la dignidad humana. A la vez, el Señor enseña también cómo se puede superar este tipo de ceguera: revisar el propio corazón, examinar las consecuencias que se derivan de las propias acciones, estar atentos para descubrir las malas raíces que pueden motivarlas y atesorar, en cambio, todo principio de bondad que nace del interior de toda persona.
Son unas buenas pistas para practicar siempre y, con mayor motivo, en estos días que conducen al tiempo de Cuaresma.
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