Reflexión

El misterio del ser

Cuando contemplamos el universo, nuestro mundo, y a nosotros mismos en él, hay un primer momento de admiración, de asombro, al que siguen espontáneas las preguntas: la más fundamental radica sobre el hecho de su existencia. Advertimos –es una evidencia física- que fuera de nosotros, hay cosas, realidades. Y también nos encontramos a nosotros mismos, con la misma evidencia física y psicológica.[1]

Pero, al mismo tiempo, usando un concepto leibniziano, no hallamos razón suficiente para este hecho: estamos ante el misterio del ser.[2] Las cosas son, están ahí, nos tropezamos con ellas, pero no podemos explicar racionalmente por qué existen[3]. Podemos estudiar la realidad,  profundizar en su estructura, pero la razón de su existencia permanece oculta.

Es inaccesible al conocimiento científico, que parte de su existencia como dato previo, insuficiente, por tanto, para su demostración. En el orden filosófico, se constata la aparición de la realidad del ser, y se desarrolla su conocimiento por medio de la metafísica. Pero, también queda fuera de su alcance el por qué del hecho de su existencia.

Al mismo tiempo, el conocimiento del hombre -su razón-, está abierto al infinito y no se aquieta hasta encontrar alguna respuesta. Así,  ha recurrido al mito[4], o a explicaciones de carácter fisiológico [5].  Pero, un rasgo común en todas ellas es explicar su origen[6], el modo de su constitución, que intentan describir, pero sin cuestionarse el hecho de su existencia[7].

Por tanto, la respuesta al hecho de la existencia del Todo, ha de moverse en un nivel distinto al determinado por la estructura material[8] y sus leyes: en el ámbito de la libertad. La libertad humana[9] posee el poder de traer a la existencia algo nuevo, pero no parte de la nada, realiza esta acción dentro de unas condiciones previas: aparece algo nuevo en el contexto de una realidad preexistente.

Por tanto, siguiendo el razonamiento anterior, si consideramos como algo nuevo la aparición de la totalidad del cosmos, deberemos postular la existencia de una voluntad capaz de traer a la existencia esa totalidad, sin ninguna condición previa, por tanto, de modo completamente libre. Y hablar de libertad presupone la existencia del sujeto de esa libertad, de un ser personal.

Este es precisamente el modo como el Génesis describe la aparición del cosmos: “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra”[10]. Aquí se trata del principio absoluto, dado que el universo empieza a existir, sin una materia previa. Se trata de un surgir de la nada, es decir, de una creación del todo e instantanea.[11]  Luego, se irá desarrollando progresivamente[12].

Por tanto, la existencia de la realidad en todas sus dimensiones –materiales y espirituales-[13] es gratuita, no responde a ninguna necesidad. Por eso, la explicación hemos de buscarla en el ámbito de la libertad, de una voluntad libre con poder de producir la existencia ex novo: es la creatio ex nihilo. Y ese Ser capaz de establecer el principio absoluto de la realidad, de comunicar el ser por un acto libre de su voluntad, es Dios Creador.

Por consiguiente, aquí podemos aplicar la sencilla y profunda afirmación de Santo Tomás: ”Si las cosas son, entonces Dios es (existe)”. Y el misterio del hecho de la existencia, nos conduce al misterio de la existencia de Dios.

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[1] La conciencia de si mismo.

[2] En este texto tratamos el tema del ser, no desde la perspectiva de su desarrollo metafísico, sino la del ser como existencia.. Aquí, por comodidad, utilizaremos como equivalentes ambas nociones, aunque conscientes de su diferencia.

[3] Podrían perfectamente no existir. No hay en ellas razón alguna que las haga necesarias. Y, lógicamente, tampoco en nosotros.

[4]Las distintas cosmogonías egipcias, al igual que las de Mesopotamia y tantas otras, partían de un principio acuoso común. Decían que al principio de los tiempos sólo existía el Nun, las aguas cósmicas primordiales, y todo era silencio, tinieblas y vacío. Era el caos y el desorden, era el ancestro de todo cuando iba a existir a partir de él. El Nun contenía un formidable poder donde se encontraba la esencia de la Creación. Esta esencia era el Demiurgo, el principio creador que sentía la vida dentro de sí. Cuando éste tuvo conciencia de la vida que llevaba en su seno comenzó a moldearse a sí mismo hasta alcanzar una forma tangible. Se había producido la separación entre el Demiurgo y el Nun.

[5] Aristóteles designó con el nombre de fisiólogos a los primeros pensadores griegos sobre la constitución de la naturaleza, como Tales de Mileto (el agua como principio), Anaximandro de Mileto (el apeiron, o lo indeterminado), Heráclito de Éfeso (el cambio constante), Empédocles (los cuatro elementos), Anaxágoras (el nous, o la mente), Demócrito (atomismo), Pitágoras (el número).

[6] El significado del término creación que aparece en ellas, es esencialmente distinto al de la creación bíblica. Dan por supuesto que existe una realidad primigenia (caos, nun, etc.), a partir de la cual se desarrolla el universo material. En la narración bíblica, el término crear significa una aparición del todo de la realidad sin antecedentes: obedece a una acción externa de naturaleza inmaterial, a la Palabra de Dios.

[7] El  pensamiento griego considera la existencia eterna del cosmos.

[8] Aquí, por material, queremos significar el todo de la realidad física, experimentable, en contraposición con su dimensión ideal, espiritual.

[9] Para ser exactos, un acto voluntario. Recordemos que  la libertad depende de la voluntad en su actividad.

[10](Gn 1, 1). La expresión “el cielo y la tierra” comprende en la terminología bíblica la totalidad de lo existente: “En la sagrada Escritura, la expresión «cielo y tierra» significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: «La tierra», es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16)” (CEC, 326).

[11] La Sgda. Escritura utiliza la palabra hebrea bará, al narrar la creación (Gn 1, 1) La utiliza solamente cuando  se refiere a esta concreta acción divina que equivale a crear de la nada. Ver 2 Mac 7, 23.

[12] er Gn, 1ss.

[13] Por espiritual, entendemos toda realidad no material, sea de carácter psíquico o ideal.