Argumentos en contra de la consideración del carácter personal del embrión humano
En las primeras etapas de desarrollo, los embriones humanos y de animales pueden parecerse bastante. A primera vista, un embrión de un cerdo o un caballo son similares al embrión humano. Esto se debe a que, durante las fases iniciales, todos los vertebrados comparten características comunes en su desarrollo, como la presencia de hendiduras branquiales y patrones de crecimiento. A medida que el embrión progresa y se desarrolla, las diferencias entre especies se vuelven más evidentes, dando lugar a las propiedades específicas de cada una de ellas.
Desde un punto de vista biológico un embrión humano, al igual que el de los animales, es un organismo que en las primeras etapas de desarrollo es una “pluricelularidad” que prolifera, no de manera anárquica como si fuera un tumor maligno, sino de forma programada y precisa mediante una actividad metabólica determinada desde la fase unicelular.
Diferentes autores exponen una serie de razones que ponen de relieve el hecho de que el embrión humano no puede considerarse ni un individuo humano, ni ser categorizado como persona en el momento de la concepción.
Un primer argumento sería que el desarrollo del embrión recapitula la historia evolutiva y, por tanto, el embrión recorre durante su desarrollo, las diversas etapas de las formas animales (por eso hay similitudes con los embriones de animales) antes de que llegue a su apariencia humana verdadera.
Hay quienes niegan el carácter individual del embrión humano aludiendo a la potencial existencia de gemelos monocigóticos lo cual, resultaría incompatible con el estatus de individuo. Argumentan que el gemelismo monocigótico, que se produce al dividirse un embrión formando dos seres donde antes sólo había uno, se reestructuran como individuos diferentes.
Por otra parte, se alude a que el embrión no podría ser considerado persona antes de la implantación en el útero materno, ya que le faltarían elementos básicos para su desarrollo, por tanto, la unión del espermatozoide con el óvulo para formar el cigoto es condición necesaria pero no suficiente para generar un ser humano. Sería necesaria otra información provista por la mujer a través de la placenta.
Otra hipótesis es que el embrión no puede ser persona hasta que presente las funciones o estructuras necesarias para desarrollar las cualidades distintivas del ser humano, como el pensamiento, la conciencia o la racionalidad. Por consiguiente, el embrión no sería persona humana hasta que haya iniciado el desarrollo el sistema nervioso y, por consiguiente, todas las características que se consideran propias.
Genética y embriología
Frente a las anteriores opiniones, la genética y la embriología avalan una serie de hechos que son incontrovertibles y que desde esta perspectiva no existe ningún inconveniente biológico para poder tipificar como individuo al embrión humano desde el momento de la concepción.
Un ADN propio
El embrión humano posee un ADN diferente al ADN de sus padres. Por lo tanto, es un individuo distinto. El ADN de la madre no es exactamente el mismo que el del embrión. Aunque el embrión hereda la mitad de su ADN de la madre, también recibe la otra mitad del padre. Esto significa que el ADN del embrión es una combinación única de ambos padres, con las características que resultan de esa unión y que le da su singularidad única e irrepetible. Sus cromosomas sexuales serán XX si es un embrión humano femenino o XY si es un embrión humano masculino. Esto es fácilmente demostrable mediante un cariotipo o estudio genético de los cromosomas.
El desarrollo de un óvulo fecundado hasta ser un ser humano adulto, y no un caballo adulto, depende del genoma, es decir de la información genética codificada en los cromosomas. No hay que olvidar que la información genética es de una gran complejidad y su diseño está dirigido principalmente a la elaboración de las proteínas indispensables para la construcción de los tejidos y órganos y para la actividad metabólica que conlleva.
Aunque un ser humano en estado embrionario parezca un ser distinto del estado adulto, es el mismo individuo perteneciente a la especie humana y no a una especie animal, a pesar de los cambios celulares que puedan acontecer. Esto es así gracias a la misma información genética existente en el embrión y en el adulto, que en parte actúa efectivamente o permanece codificada.
Por tanto “el programa” que define a la especie biológica humana está codificado en el genoma como información genética.
Conservación biológica de la identidad
Si apelamos al Principio de la conservación biológica de la identidad, podemos poner de relieve lo siguiente:
- Un embrión humano aquí y ahora, ya tenga una célula o esté en un estado pluricelular, será el mismo ser vivo de la especie humana cuando llegue a la fase adulta.
- Esto es así porque es un ser individual con su propio ADN. Lo esencial en el cigoto es que se trata de un ser que mantiene invariable su unidad dinámica. Lo que constituye en biología a un individuo no es la imposibilidad de división, sino la organización de su estructura. Por tanto, la gemelación no es un argumento en contra de la individualidad del embrión. Para poder hablar de individualidad, no es necesario que el organismo no pueda escindirse en fragmentos viables. Basta con que ese organismo haya presentado cierta sistematización de partes antes de la fragmentación y que esa misma sistematización tienda a reproducirse en los fragmentos, una vez aislados. Hay que tener en cuenta que el ADN de los gemelos monocigóticos es prácticamente igual en un 99,9%.
- El embrión transita de manera continua, gradual y coordinada, en condiciones favorables, por la instrucción de la información genética que empieza con la fusión de las membranas de los gametos masculino y femenino de sus padres.
- La información genética codificada no varía con la división celular.
- La fecundación marca el inicio de todo cigoto. Lo que antes existe es el material biológico que posibilita la constitución de un ser humano. El cigoto posee el núcleo interno que le hace pertenecer a la especie humana.
Aportación de la obstetricia
La obstetricia es la parte de la medicina que estudia la gestación. Desde esta perspectiva, se evidencia claramente que el embrión humano en el claustro materno no forma parte de la madre. No es ningún órgano de la madre, ni es necesario para la vida de la madre. Es un ser único, y diferente de ella. Sin embargo, necesita del útero de la madre para crecer, es decir, es un ser distinto pero que necesita de “otro” para su avance y progreso. La madre desempeña el acto de entrega más sublime hacia otro ser diferente a ella misma que es su propio hijo. Evidentemente, los animales también lo hacen, sin embargo, ellos sólo se rigen por un instinto inscrito en su naturaleza mientras que, una madre humana puede decidir, mediante su voluntad, interrumpir una gestación aludiendo a múltiples causas que no es el propósito analizar en este artículo.
El embrión humano es persona
Ser persona no depende, hablando de manera absoluta, del genoma, ni de la configuración y formación encefálica, ni de la consciencia ni de poder sentir. Depende de lo que hace que un embrión sea real y existente, es decir, de su propio ser que es la perfección más radical y constitucional. No es lo mismo ser que no ser. El embrión humano como ser real se expresa de una forma concreta y específica en el modo de ser, o sea, en su naturaleza ontológica.
Si el concepto de persona se refiriera a poder pensar o sentir, nos encontraríamos con el problema de que cualquier ser humano sería persona solo de modo intermitente, lo cual es absurdo, ya que la actividad racional y volitiva es necesariamente discontinua. Si se identificara la persona con una actividad intermitente quedaría fragmentada.
Tampoco se puede atribuir para ser persona a la presencia de consciencia sensible. Es evidente que cuando se duerme se pierde la consciencia y resultaría totalmente inconcebible que durante el sueño se dejara de ser persona.
Por consiguiente, es necesario poner de relieve que el ser y el obrar se encuentran en planos distintos. Incluso si algo o alguien no obrara o actuara, como sería propio de los seres de su naturaleza, no dejaría por eso de ser lo que es. En tal sentido, el embrión humano es el ser real que tiene una naturaleza o modo de ser de suyo racional. Tiene la capacidad potencial de realizar actos de la razón y no deja de ser persona por el hecho de estar en el período de gestación.
Por tanto, las premisas científicas de la genética y de la embriología no están en contradicción con la afirmación de que el embrión humano es persona.
Por tanto, si un embrión humano se compara con un embrión de un perro, parecen lo mismo, pero no lo son porque su ser y su modo de ser o naturaleza son distintos: el embrión humano tiene la capacidad de raciocinio y el embrión del perro no.
Conclusiones
- El embrión humano es un ser único e irrepetible desde que ocurre la fusión de los gametos. No puede ser considerado un simple conjunto de células, ni como una “cosa”, disponible para fines científicos o comerciales; es sin lugar a dudas un individuo de la especie humana y le es inherente el derecho a la vida, como el primero y fundamental.
- Ser persona no se reduce a determinados aspectos del ser humano. No debe confundirse la persona con sus propiedades, sino que está por encima de ellas. El embrión humano es persona y precisamente porque lo es, podrá adquirir las cualidades propias del ser humano adulto.
- El embrión humano posee dignidad de persona y por ello merece respeto a su dignidad como tal, desde el momento de su concepción. Es “alguien” y no “algo”.
- El argumento de continuidad y de unidad biológica entre cigoto, mórula, embrión, feto, neonato, niño, joven y anciano, pone de manifiesto que la corporalidad del ser humano se va expresando de diversas maneras y que, a pesar de los cambios biológicos que va presentando por su desarrollo, su estructura ontológica, es decir, su ser continúa a través del cambio para seguir existiendo como persona.
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* Especialista en radiodiagnóstico, neurorradiología y en tratamiento intervencionista del dolor mediante Alta Tecnología (TAC)