Familia, vida y educación

¿Gestación por sustitución o compraventa de niños?

¿Se pueden comprar los hijos? ¿Se pueden vender? El hecho de aportar el esperma ¿da derecho a comprarle a la madre su hijo? Si los “padres” pueden comprar a los hijos ¿podrán un día los hijos comprar o elegir a sus padres? Es más gráfico llamar a las cosas por su nombre, “al pan, pan y al vino, vino”, que buscar subterfugios lingüísticos y eufemismos bajo el nombre de gestación por sustitución, maternidad subrogada, vientre de alquiler etc. El método no es nuevo, la corrupción del lenguaje, acaba por corromper también la conciencia. Eso, precisamente, es lo que parece que está sucediendo con la “gestación por sustitución”, acuerdo por el cual una mujer acepta gestar y dar a luz a un niño que entregará, a cambio de un precio o una compensación, a quienes se lo han encargado.

En España este contrato es nulo de pleno derecho y es considerada como madre la mujer que ha alumbrado. Por eso se recurre al extranjero y, una vez en España, el varón que ha aportado su esperma puede solicitar la inscripción de la filiación y su pareja, si la tiene, la adopción. Por lo demás, no hay límites ni condiciones: pueden acceder a ella heterosexuales, homosexuales, casados, solteros, por razones de infertilidad, estéticas, laborales o cualesquiera otras. La gestación por sustitución nació en EEUU en la década de los 70 aportando apenas algunos miles de dólares. Los datos son impresionantes: hoy en día, la «industria» mueve 14.000 millones de dólares anuales, previéndose para 2032, 129.000, de los que 61.000 millones corresponderían a Europa.

Las cláusulas de estos contratos, que pueden llegar a ser numerosas, van a regir toda la vida cotidiana de la embarazada: prohibición de relaciones sexuales, de viajar, asistir a entierros, cuidar de sus propios hijos enfermos… y un largo etc. En algunos países serán hacinadas en granjas (India) o apartamentos (Ucrania) para economizar gastos y asegurarse de que cumplan contratos y normas. Es una nueva modalidad de esclavitud. Las agencias controlan la vida de la mujer 9 meses, 24 horas al día, para luego hacerla desaparecer totalmente después del parto porque tiene prohibido ponerse en contacto con los compradores, buscar información de los mismos en las redes sociales o hacer públicas las condiciones del contrato. Cualquier incumplimiento conllevan sanciones económicas que pueden alcanzar el 200% de lo recibido. Su vulnerabilidad les impide valorar las consecuencias (sólo un 4% tiene estudios superiores) y negociar los contratos, que son redactados como “contratos de adhesión”, algunos con terminología jurídica incomprensible e, incluso en una lengua extranjera. O lo toman o lo dejan.

 Agencias y clínicas someten a la mujer a técnicas psicológicas y sectarias de disociación para que no considere el bebé como propio. Bebés gestados en un cuerpo que no conecta con ellos, porque no los desea. La gestación se concibe como un voluntariado o un acto de solidaridad ajeno. No sólo es una verdadera esquizofrenia para la madre, también para el niño y sus ondas cerebrales le harán percibir la tristeza, el desamor o el desapego. No obstante, a veces el instinto maternal que se ha querido silenciar, se impone y, ante la imposición de un eventual aborto, hay quienes han estado dispuestas a quedarse a bebés con malformaciones. Otras veces, no han tenido tanta suerte y, cuando nadie les quiere, acaban en orfanatos.

Poco importa que sea gratuita o comercial. La gratuidad no transforma en bondadosa la gestación, al igual que no la transformaría la falsificación gratuita de un pasaporte o cualquier documento público. Se podría pensar que la gratuidad fomentaría el que mujeres de clase media-alta se prestaran a ser gestantes porque no tienen necesidad de dinero. Sin embargo, siguen siendo las mujeres en situaciones de pobreza y necesidad o para completar ingresos familiares las que se prestan a ello. No ha habido un solo caso de mujer rica o famosa que geste para una mujer pobre. La oferta ha de ser suficiente tentadora para que la mujer deje su trabajo o ponga en riesgo su salud (la complejidad de estos embarazos hace que sólo la mitad lleguen a término). En cualquier caso, si la altruista no cobra ya se encargan de hacerlo clínicas, intermediarios y agencias. En Ucrania se paga entre 50.000 y 80.000€; en EEUU entre 150.000 y 180.000€ con una gran variedad de ofertas de paquetes premiun a low cost. Sólo el 2% de las gestaciones mundiales son gratuitas en entornos mayormente familiares. Es una nueva modalidad de incesto. La madre (biológica) puede ser, al mismo tiempo, la abuela (legal) y el hijo para el cual se ha gestado, a la vez ser padre (legal) y hermano (biológico)…etc.

El niño, encargado según catálogo, y creado para cumplir las expectativas del adulto será un verdadero superviviente en medio de todas las selecciones y reducciones embrionarias que acompañan su concepción. Algunos de sus hermanitos morirán por el camino. Pero su deuda de gratitud quedará empañada por una opaca historia de identidad: se le priva, conscientemente, de una madre en el sentido pleno de la palabra y su primer contacto con la vida será equiparable a la vivencia de un duelo por la pérdida brusca de la mujer que lo ha gestado y lo ha parido, a la que conocía auditiva y olfativamente y que le ha alimentado y cuidado durante nueve meses. Sin embargo, al igual que el cuerpo de la madre guarda memoria de todos sus embarazos, por el llamado microquimerismo fetal el niño conservará cédulas de su madre durante toda su vida. Persistirá la huella emocional y cuando llegue a la adolescencia al interrogante de ¿quién soy? se añadirán otros, como ¿quién me ha parido? ¿por qué lo hizo? ¿no le costó entregarme?; ¿me llegó a querer? ¿tendré hermanos? Y la imaginación querrá ser reemplazada por la realidad, aunque, en esta época virtual, la gestación por sustitución no deje de ser una ficción más.

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*Profesora adjunta de Derecho civil de la Universidad Internacional de Catalunya