Defensa de la vida Opinión

La compasión genuina de los cuidados paliativos, frente a la eutanasia

Algunos alaban la eutanasia como expresión de compasión ante el dolor de enfermos terminales o sin perspectiva de curación. Se invoca la autonomía, como libertad incondicionada, de quienes por su situación física a psíquica ya no quieren vivir más y piden ayuda médica para poner fin a su vida. Etimológicamente, eutanasia (del griego euthanasía) significa «buena muerte» o «muerte apacible». A menudo se contrapone a distanasia o ensañamiento terapéutico que consiste en emplear medios desproporcionados para retrasar el advenimiento de la muerte en pacientes sin esperanza de curación. Sin embargo, lo que se opone a la eutanasia es una compasión del enfermo que respete su dignidad como ser humano y ponga todos los medios para atender al enfermo terminal aliviando al máximo el dolor, dándole soporte emocional y proporcionándole acompañamiento espiritual. A eso se refieren los cuidados paliativos.

El concepto y la defensa de la eutanasia son equívocos. ¿Es la eutanasia, de verdad, una «buena muerte»? ¿Es la eutanasia una buena muerte simplemente porque quita la vida de forma «apacible»? Eso puede ser defendido desde una cultura hedonista, en la cual se mide todo en términos de placer y dolor. Pero esto es una visión muy estrecha de la grandeza de la persona humana. ¿No será más bien una buena muerte la que llega, apaciguando el dolor y acompañada de afecto, sin perder la dignidad de persona y reconociendo la vida como un don recibido y del que somos responsables?

Como afirma la Declaración Dignitas infinita (n. 52), «La vida humana, incluso en su condición dolorosa, es portadora de una dignidad que debe respetarse siempre, que no puede perderse y cuyo respeto permanece incondicional. En efecto, no hay condiciones en ausencia de las cuales la vida humana deje de ser digna y pueda, por tanto, suprimirse.»

El Papa Francisco, en un reciente mensaje a los participantes en un simposio sobre los cuidados paliativos (Toronto, 21-23 de mayo de 2024) contrataba la eutanasia con los cuidados paliativos, destacando que los verdaderos cuidados paliativos son radicalmente diferentes de la eutanasia, que nunca es una fuente de esperanza ni una preocupación genuina por los enfermos y moribundos. Es más bien un fracaso del amor, un reflejo de una «cultura del descarte» en la que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar» (Fratelli tutti, 18). De hecho, la eutanasia se presenta a menudo falsamente como una forma de compasión. En cambio, la «compasión» -que significa «sufrir con»- no implica una acción intencionada para acabar con una vida, sino más bien la voluntad de compartir la carga de las personas que se enfrentan a la última parte de nuestro peregrinaje terrenal. Los cuidados paliativos, por otra parte, son una forma genuina de compasión porque responden al sufrimiento -ya sea físico, emocional, psicológico o espiritual- afirmando la dignidad fundamental e inviolable de cada persona, especialmente de los moribundos, y ayudándoles a aceptar el momento inevitable del paso de esta vida a la vida eterna.

Cuidados paliativos

Los cuidados paliativos son la asistencia activa, holística a personas de todas las edades con sufrimiento intenso relacionado con la salud y debido a una enfermedad grave y, especialmente, de quienes están cerca del final de la vida. Su objetivo es mejorar la calidad de vida de los pacientes, sus familias y sus cuidadores

La Asociación Internacional de Cuidados Paliativos y de Hospicio ha presentado una definición descriptiva de los cuidados paliativos basada en un consenso mundial sobre estos cuidados (Huston, Texas, 2018):

  • Incluyen prevención, identificación precoz, evaluación integral y control de problemas físicos, incluyendo dolor y otros síntomas angustiantes, sufrimiento psicológico, sufrimiento espiritual y necesidades sociales. Siempre que sea posible, estas intervenciones deben estar basadas en la evidencia y en el conocimiento.
  • Brindan apoyo a los pacientes para ayudarlos a vivir lo mejor posible hasta el final, facilitando la comunicación efectiva, ayudándoles a ellos y a sus familias a determinar los objetivos de la asistencia.
  • Son aplicables durante el transcurso de la enfermedad, de acuerdo con las necesidades del paciente.
  • Se proporcionan conjuntamente con tratamientos que modifican la enfermedad, siempre que sea necesario.
  • Pueden influir positivamente en el curso de la enfermedad.
  • No pretenden acelerar ni posponer la muerte, afirman la vida y reconocen la muerte como un proceso natural.
  • Brindan apoyo a la familia y a los cuidadores durante la enfermedad de los pacientes y durante su propio duelo.
  • Se proveen reconociendo y respetando los valores y creencias culturales del paciente y de la familia.
  • Son aplicables en todos los ambientes de atención médica (sitio de residencia e instituciones) y en todos los niveles (primario a terciario).
  • Deben ser provistos por profesionales con formación básica en cuidados paliativos, y cuando requieran (por su elevada complejidad) cuidados paliativos especializados, por un equipo multiprofesional.

Es admirable que existan centros dedicados al cuidado de personas en situación de fragilidad, que sufren enfermedades sin expectativas de curación como el Centro hospitalario-residencial Laguna que considera a cada persona en su triple dimensión corporal, psicológica y espiritual.