Opinión

Rituales civiles pseudo-sacralizados

Desde hace varias décadas, determinadas instituciones como las Judicaturas, Ayuntamientos, Notarías, magistrados, alcaldes de municipio o concejales, etc. actúan a menudo, como oficiantes en las celebraciones de carácter civil, y de acuerdo con lo que demandan los protagonistas, se incorporan un conjunto de rituales, que, en sus aspectos formales, pretenden imitar de modo fraudulento algunos ritos y ceremonias litúrgicas de la Iglesia.

Es innecesario recordar, que los verdaderos sacramentos han sido instituidos por nuestro Señor Jesucristo para comunicarnos la gracia divina y participar de su Redención. Los cristianos de los primeros tiempos celebraban los cultos sacramentales con gran veneración a través de signos y ritos (palabras y acciones)

Desde una perspectiva histórica, se evalúa al ser humano como un ser ritual por manifestar a lo largo del tiempo múltiples ritos y eventos culturales (o también “cultuales” al referirse a las celebraciones religiosas), surgidas según sus particulares cosmovisiones, fundadas en las observaciones lunares, otras en el temor del entorno natural, exitosas expediciones de caza, o bien la sepultura de un miembro del grupo entre otras. Las diversas ofrendas estaban a menudo, acompañadas de danzas, cantos, gestos y acciones de impronta simbólica.

Es el caso, por ejemplo, de los babilonios, cuyas festividades enmarcadas en su calendario, las establecían según los movimientos lunares, y al ser un pueblo aficionado a la astronomía y las matemáticas, fueron los primeros en organizar la división del año en doce meses (un año solar son doce lunaciones enteras) En la época de los romanos recibieron nombres específicos.[1]

El calendario festivo con más predicamento fue el “calendario Juliano”, instaurado por Julio César para todo el Imperio Romano en el año 46 a.C. lo que determinó los variados cultos civiles en gran parte de las naciones. Este calendario de 365 días, divididos en 12 meses, fue utilizado durante siglos por la Iglesia Católica, y mejorado por el calendario gregoriano en 1582, lo que facilitó organizar con sentido, las festividades litúrgicas y los cultos correspondientes.

En este plano, podemos citar al Calendrier Républicain, erigido por la Convención Nacional Revolucionaria, al contraponer lo sagrado con lo profano, lo sobrenatural con lo natural, justificando de este modo la anulación del santoral y demás festividades religiosas, sustituidas por los ciclos de las estaciones, con denominaciones referidas a las labores agrícolas y a la diversidad de animales y vegetales.

 Ideologías profanas

En el siglo XIX, aparecen una serie de corrientes influenciadas por el positivismo científico[2], impulsándoles a la práctica de rituales de carácter profano. En este escenario resalta el francés August Comte [3] , que en su obra Religión de la Humanidad, formula tres estados teóricos: el estado teológico que se basa en creencias ficticias, el estado metafísico basado en la abstracción racional, y, por último, el estado definitivo del positivismo científico que supera a los anteriores estados al basarse en la experiencia científica. Con sus ínfulas de sentirse una especie de patriarca de una “religión científica”, Comte propuso en su «Catéchisme positiviste, reemplazar la religión tradicional por una religión basada en la ciencia y la moralidad humana, sirviéndose de rituales de iniciación, de admisión, de altruismo, de matrimonio, sepultura … con el fin de fomentar la solidaridad social en un contexto sin trascendencia.

Por la amplitud de información existente y ser uno de los mayores paradigmas de la burda imitación de los rituales cristianos, expondremos algunos de los rituales propios del nacionalsocialismo (nazismo), entresacados en parte, de los dioses mitológicos nórdicos de la antigüedad, con el pretexto de “paganizar” los símbolos religiosos y disolver la bimilenaria tradición cristiana.

Uno de sus acicates fue la premisa de que Hitler era una especie de “nuevo mesías y salvador de Alemania”, reafirmada por el ministro de propaganda Goebbels, que recomendaba en 1940: “Se deberán organizar ceremonias en memoria de los caídos de nuestro partido, para contrarrestar las ceremonias religiosas de las iglesias católicas o evangélicas”.

El dirigente de la policía secreta de la Gestapo, Heinrich Himmler, motivado por sus delirios iluministas y esotéricos, se apoderó en 1933 del castillo de Wewelsburg en Westfalia, convirtiéndolo en templo sagrado y centro espiritual, en el que se realizaban rituales de iniciación a las SS y estudios de arqueología sobre la raza aria.

Karl M. Wiligut, mentor de Himmler, enseñaba que Cristo era en realidad el dios germánico de la antigüedad Krist, distorsionado más adelante, como el salvador del cristianismo. También el extendido Almanaque campesino alemán y otras publicaciones parecidas, borraron la mayoría de los festejos cristianos. Por ejemplo, durante las fiestas navideñas se celebraba el solsticio de invierno, y uno de sus rituales consistía en exaltar la raza aria y homenajear la esvástica (cruz gamada),  la fiesta del Trono de San Pedro, era la Fiesta del Trono de Thor, el dios nórdico del trueno y la tormenta, el jueves santo se celebraba el Día de Consagración del Aceite, La Pascua de Resurrección se celebraba el Día de Ostara, una diosa germánica de la primavera. La Ascensión se dedicaba a Odín, el dios de la sabiduría, la guerra, la poesía… además del Martillo de Thor, que, al lanzarlo, volvía a la mano como un bumerán. Estos simulacros de los ritos cristianos motivaron la protesta del obispo de Tréveris: “Estoy consternado por la publicación de estos almanaques… que constituyen un grave insulto a todos los sentimientos cristianos y católicos”.

En el ámbito de las “Juventudes hitlerianas” eran frecuentes las bodas públicas para las cuales crearon sus propios y singulares rituales. Se consideraba de mal agüero hallar de improviso por tierras de Alemania una imagen del Crucificado. “¡Qué distintos eran los dioses de nuestros antepasados, frente a la de aquel pálido crucificado, cuyo aspecto lastimoso expresan humildad y abnegación extrema, cualidades opuestas al heroico concepto de sangre!”. En las celebraciones del llamado “bautismo ario”, se recomendaba que se pusieran nombres de tradición aria.

En esta parodia de rituales secularizados, se ponía una mesa a modo de altar, recubierta con un lienzo blanco adornado con flores y los cirios encendidos, con un ambón para leer algún libro de ideología nazi, y las paredes del lugar se adornaban con banderas de la Juventud Hitleriana.  El obispo de Osnabrück G. Berning, escribió en 1934: “Nuestra fe no se basa en mitos y leyendas, sino en la inefable Revelación divina”

En Hannover, el “Movimiento de la Fe Alemana” proclamó: “Cuando la generación presente, todavía aferrada al cristianismo, haya muerto, las iglesias con valor histórico y artístico se usarán para los festivales solemnes del pueblo alemán, y las iglesias de segunda o tercera clase serán demolidas”.

¿Pero son originales estas pantomimas de rituales secularizados? Si tenemos en cuenta los rituales de diversas ideologías y corrientes externas al cristianismo, asumidos de forma mimética por sectores de la actual sociedad occidental, (especialmente la del nazismo), observamos que tienen ciertas semejanzas con la celebración de algunos sacramentos o rituales cristianos. Tales corrientes están inspiradas por utópicas ideologías que prometen falsos anhelos de “armonía y felicidad mundana”, en una especie de veneración hacia la “madre tierra”.

También podemos señalar, las publicaciones de organismos políticos y sectores financieros que apoyan estos “rituales laicos” en la que determinados sectores de la sociedad se van paulatinamente sumergiendo. Y tal como profetizó Nietzsche, son consecuencia de los dictámenes de un nuevo “paganismo nihilista”.

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* Doctor en Filosofía

[1] La duración de los meses, eran alrededor de 28, 30 o 31 días y sus nombres eran: Januarius, Februarius, Martius, Aprilis, Maius, Junius, Quinctilis, Sextilis, September, October, November, y December

[2] El positivismo científico es una corriente filosófica que solo admite la realidad adquirida mediante el método de  observación sensorial y experimental, negando cualquier  interpretación teológica y metafísica.

[3] August Comte (1798, Montpelier – 1857, París).