La vida y la muerte
Desde el punto de vista biológico, preguntarse qué es la vida, entraña cierta dificultad. Esto es así porque la vida es un concepto complejo y multifacético que abarca la existencia de seres, los cuales tienen unas propiedades determinadas, gracias a las cuales, experimentan un nacimiento, desarrollo, reproducción e interacción con el medio que les rodea. Quizás una definición de vida biológica que podría acercarse mejor a la realidad de lo que son los vivientes sería: «movimiento que resiste la corrupción». Ciertamente, el fenómeno de la vida consiste en el movimiento de partículas, moléculas, células, cambios metabólicos y estructurales que experimentan los seres vivos y que precisamente los hace vivientes.
Sin embargo, puede afirmarse que en la muerte también existe movimiento. También hay modificaciones biológicas evidentes. No obstante, este movimiento ya no resiste la corrupción, sino, intrínsecamente, forma parte de ella. En la muerte ya no existe una integridad armónica de la que depende la vida, entendida como fenómeno biológico. El ser vivo deja de serlo para convertirse en algo que, aun teniendo transformaciones, estas llevan inexorablemente a una situación que ya no es vital.
Por tanto, si la vida es un proceso dinámico que requiere una adaptación y un ajuste continuos para poder mantenerse, la muerte se caracteriza por un «agotamiento» de ese dinamismo, que es sustituido por un cese funcional y orgánico de las actividades biológicas que sustentan a un organismo vivo, dando paso a una transformación que progresa hacia la desintegración.
El diagnóstico de la muerte humana
En el ser humano, la muerte condiciona una serie de aspectos, como la ausencia de pulsos periféricos y de latido cardíaco, la ausencia de movimientos respiratorios, la inconsciencia y falta de movimientos voluntarios y reflejos (reflejo corneal), la ausencia de respuesta a estímulos dolorosos, la presencia de midriasis (dilatación pupilar) paralítica, y la presencia de cianosis (coloración azulada o morada de la piel y las mucosas, especialmente en áreas como los labios, las uñas y la cara debido a una disminución en la cantidad de oxígeno.
Hay que considerar que en la muerte natural por enfermedad existe un espacio de tiempo más o menos largo entre lo que sería la muerte aparente y la muerte real de una persona.
Es del todo conocido y existe una experiencia amplia que por procedimientos médicos de reanimación, personas que pueden presentar todas las características de la muerte descritas anteriormente y que exteriormente parece la vida del todo extinguida, en realidad, persiste la vida en aquello aparentemente muerto. Esto puede ocurrir en el paro cardio-respiratorio susceptible de poder reanimarse oportunamente.
La muerte encefálica
Conviene mencionar el concepto de muerte encefálica dentro del contexto que se está tratando. La muerte encefálica se define como el cese irreversible en las funciones de todas las estructuras neurológicas intracraneales, tanto de los hemisferios cerebrales como del tronco del encéfalo. El diagnóstico debe ser realizado por médicos expertos y se basa en una exploración neurológica y las pruebas instrumentales que sean necesarias. La muerte encefálica ha sido reconocida como la muerte del individuo por la comunidad científica, aún en presencia de un funcionamiento cardiovascular y ventilatorio artificial, y aceptada como tal en la legislación de diferentes países. La etiología más frecuente es la hemorragia cerebral y el traumatismo craneoencefálico, en caso de una muerte violenta, o bien una persona que sufre una parada cardiorrespiratoria y no se ha procedido a su reanimación, de manera que el encéfalo experimenta la muerte neuronal irrecuperable.
Siendo indiscutible lo anteriormente mencionado, no es menos cierto que la muerte real se presenta con claridad cuando se evidencian los signos de putrefacción en el fallecido, lo cual implica la certeza infalible de la muerte verdadera, sin posibilidad de retorno a la vida.
El tanatocronodiagnóstico
Se denomina tanatocronodiagnóstico al tiempo transcurrido desde el momento de la muerte de una persona hasta el descubrimiento del cadáver. Se basa en los cambios que experimenta el cuerpo, conocidos como fenómenos cadavéricos.
Hay diferentes etapas que acontecen en un cuerpo una vez producida la muerte.
ACIDIFICACIÓN TISULAR
Cuando existe el fallecimiento de la persona ocurre una acidificación general de los tejidos.
ENFRIAMIENTO
Se debe al cese de la actividad metabólica. El cadáver pierde calor hasta igualar su temperatura con la del ambiente entre las 6 y 10 horas sucesivas.
DESHIDRATACIÓN
Se presenta a partir de las 8 horas post mortem. La deshidratación condiciona un hundimiento del globo ocular y pérdida de la transparencia de la córnea, tornándose opaca.
LIVIDECES CADAVÉRICAS
Son manchas de color variable (rosada, achocolatadas, violetas) que van a depender de la causa de la muerte. Aparecen por efecto de la gravedad de la sangre en los sitios declives. Son máximas entre las 6-12 horas.
RIGIDEZ
También llamado rigor mortis, el cual se define como el estado de dureza después de la muerte. Se presenta entre las 12-15 horas, y desaparece entre las 20–24 horas.
PUTREFACCIÓN CADAVÉRICA
La putrefacción consiste en un proceso de fermentación pútrida de origen bacteriano. Las bacterias provienen del exterior, pero las que tienen un papel fundamental son las que se encuentran en el medio interno, es especial en el ciego, repleto de abundante flora microbiana, donde se inicia el proceso invadiendo al organismo.
Existen 3 fases que se presentan en la putrefacción:
Fase Cromática: Ocurre a partir de las 24 horas, cuando aparece la mancha verde en el abdomen, luego un veteado venoso por la visualización de la red venosa de la piel.
Fase Enfisematosa: Se debe a la producción de abundantes gases producidos por la actividad bacteriana. La infiltración gaseosa invade al tejido celular subcutáneo causando hinchazón de la Cabeza, protrusión de los globos oculares y la lengua. El tórax y el abdomen están distendidos y los genitales externos aumentan de volumen. Se inicia después de las 72 horas hasta los 7 días para dar paso a la licuefacción.
Fase de Licuefacción: Se licuan los tejidos. Esta fase dura de semanas a meses.
Fase de Esqueletización: A lo largo de dos a cinco años, todas las partes blandas del cadáver irán desapareciendo hasta llegar a su esqueletización.
El cuerpo de Lázaro
Lázaro es un personaje que aparece en el Evangelio según San Juan (Jn 11, 1-45), quien junto a sus hermanas María y Marta vivían en Betania. Jesús era muy amigo de esta familia. San Juan relata que Lázaro estaba enfermo, de lo cual fue informado Jesús por unos mensajeros que enviaron Marta y María. Jesús no fue inmediatamente, sino que permaneció en el lugar donde estaba dos días más. Lázaro murió y le dieron sepultura. Cuando Jesús llegó a Betania le dijo Marta: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano». Dijeron a Jesús donde estaba enterrado Lázaro. Jesús se dirigió a la tumba. Entonces dijo: «Quitad la losa». Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Jesús gritó con voz potente: «¡Lázaro, sal fuera!». Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo, y dejadle ir».
De este resumen, que explica con más detalle el Evangelio, lo que interesa es precisamente la frase en negrita. El cuerpo de Lázaro había muerto hacía 4 días. Por tanto, el tanatocronodiagnóstico en aquel momento había pasado por las fases de acidificación, enfriamiento, deshidratación, habría mostrado livideces, habría pasado por la rigidez cadavérica y la fase cromática de la putrefacción. Probablemente Lázaro estaba en la fase enfisematosa de la putrefacción. Presentaría hinchazón del cuerpo por el gas originado por la actividad bacteriana, la cual también dio origen a un proceso fermentativo. En esta fase el hedor característico de cadáver era patente. Puede, pues, concluirse que el cuerpo de Lázaro había experimentado la muerte real.
Las palabras de Jesús ordenando que Lázaro saliera afuera de donde estaba depositado, hicieron que un cadáver en aquel estado de descomposición se restituyera «ad integrum», volviendo a la vida. Es imposible saber que ocurrió en aquel cuerpo. Quizás hubo una regresión tisular global desde un estado de «movimiento en la misma corrupción» a un «movimiento propio de la vida».
En la literatura médica no existe ningún caso de un cadáver que esté desintegrándose y vuelva a tener vida «ipso facto». El caso de Lázaro es único y al mismo tiempo portentoso. Es un hecho que sobrepasa las leyes de la naturaleza y, por consiguiente, las ciencias particulares no tienen en absoluto ninguna experiencia al respecto. Jesús, Dios y hombre verdadero, tenía la posibilidad de hacer una cosa así, superando absolutamente cualquier capacidad humana.
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* Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona. Especialista en Radiodiagnóstico y Neurorradiología en el Hospital de Bellvitge. L’Hospitalet. Graduado en Ciencias Religiosas por la Universidad de Navarra.
BIBLIOGRAFÍA
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Austin Gresham. Atlas de Medicina Forense. Editorial Científico-Médica. 1977.
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