Opinión

Fe i ciencia en Newman (II)

Fe y ciencia

Otra razón que presenta Newman para la dificultad de entendimiento entre el científico y la teología radica en la disparidad entre los métodos empleados para alcanzar la verdad en uno y otro campo: la inducción en el campo de la física y la deducción en la teología. Para la teología toda verdad parte de la Revelación, recibida por los Apóstoles y sancionada por la autoridad eclesiástica. No hay más verdades nuevas que las que se deducen de este depósito. Para el científico, que progresa en cambio mediante la aplicación de la observación y la razón, el método teológico parece totalmente anticuado y se siente molesto de que su método no tenga cabida en la teología.

Del científico dirá además que maneja conceptos que en definitiva él mismo no comprende: qué es la materia, cómo llegó a ser, si hubo alguna vez en que no existió, o si puede dejar de existir; en qué consisten realmente sus leyes, si pueden cesar o quedar en suspenso temporalmente; en qué consiste la causación; qué es el tiempo; cual es la relación del tiempo con la causa y su efecto, entre otras cuestiones.

Si bien no puede haber conflicto entre las verdades de la fe y las de las ciencias de la naturaleza, sí puede haberlo en la mente o en la voluntad del científico. Durante la Edad Media los ataques a la fe se hacían desde el mismo ámbito de los miembros de la Iglesia. Por esta razón exclama Newman: “Es un tiempo miserable aquel en el que la profesión católica de un hombre no es garantía de su ortodoxia, y en el que un profesor de religión puede estar dentro del ámbito de la Iglesia, y sin embargo alejado de su fe”. Entonces los ataques se hacían bajo el lenguaje y aspecto de la fe, con la metafísica como instrumento. Ahora los ataques son desde fuera y abiertos y se hacen mediante las ciencias experimentales, como aparece en el discurso titulado “Una forma de infidelidad actual”.
La dedicación exclusiva en una dirección tiende a debilitar otros intereses, de manera que algunas personas no son capaces de hablar de otra cosa que no sea su tema de estudio o de su interés. Aquí Newman pone un ejemplo sacado de una obra teatral: el epitafio puesto por un pescador en la tumba de un personaje: “Le gustaba el pescado”. De esta manera se comprende que el científico, vivamente interesado y absorbido por el estudio de su ciencia, con frecuencia resulte indiferente o escéptico ante la doctrina. Siguiendo en la misma línea, señala la necesidad de que la formación en la doctrina católica acompañe la educación en las ciencias modernas, entre las que incluye no solo las de carácter físico, sino también la psicología, la economía, o la lingüística. Si el que se ha sumergido en estas ciencias, tan llenas de colorido, hechos y razonamientos, se enfrenta de repente con el Génesis, los Profetas, los Evangelios, el Símbolo Quicumque, o la vida de San Hilario, su espíritu puede experimentar un fuerte mareo. Sin haber necesariamente bebido antes nada contrario a la fe, se encuentra ahora nadando en aguas extrañas, enfrentado a una simplicidad que se muestra ruda en comparación con la vida exuberante del mundo que le resulta propio y familiar.

Libertad de investigación
Newman se manifiesta además abiertamente defensor de la libertad de investigación, y hace una afirmación que puede resultar un tanto sorprendente cuando defiende la necesidad de paciencia cuando se contempla un surgir de datos o teorías en aparente contradicción con la fe: “puede decirse sin paradoja que existen ocasiones en que el error forma parte del camino a la verdad y que a veces constituye parte del único camino”.

En relación a la libertad de investigación, recuerda que las grandes mentes necesitan un espacio amplio del pensamiento en qué moverse. Así, los que pueden ser calificados como genios, dotados por la naturaleza de alguna facultad o capacidad particular, son movidos con vehemencia y regidos imperativamente por ella; son entusiastas para su propia línea y ciegos para cualquier otra. Pueden ser buenos católicos, pero si se les insiste en la necesidad de someterse a los dogmas o a las opiniones de cualquier teólogo, se puede destruir o apagar la llama que vive en ellos y quedar todo en nada. Semejante es la situación de las mentes con visión filosófica amplia y poder creativo, capaces de la formulación de grandes sistemas. Quizá se encontrarán errores en su obra, como los que aparecen en las obras de personas como Malebranche, Bossuet o Muratori, pero puede afirmarse que en conjunto constituyen una valiosa aportación y que hubiera sido una pena si hubieran dejado de escribir.
Como límite a la libertad de investigación, recuerda que los datos y conclusiones en aparente conflicto con la doctrina católica deben mantenerse circunscritos en el círculo de los expertos y no darles difusión entre los alumnos. Hoy seguramente se añadiría aquí la prudencia en relación a los medios de difusión.

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