Testimonio

La vitalidad de Montse Grases

Hablar de la joven estudiante Montse Grases (1941-1959) es referirse a una mujer vitalista, muy catalana y barcelonesa, llena de la energía de la libertad que se posee cuando se tienen dieciocho años y por delante toda la eternidad para amar completamente a Dios y a las almas.

Como subrayó con toda fuerza magisterial el papa Benedicto XVI al poco tiempo de ser elegido Romano Pontífice, el motor de una causa de beatificación y canonización es la fama de santidad y de favores de un Siervo de Dios extendida por diversos sectores de la Iglesia y llena de una gran variedad de edades y estados de vida dentro del pueblo de Dios.

Precisamente, al pensar en la fama de santidad de Montse Grases, el primer testimonio cualificado al que tenemos que referirnos es al del Fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Efectivamente, cuando pasaron unos años de su muerte en Barcelona, enseguida empezaron a llegar espontáneamente testimonios de fama y de favores, unos en vida y otros en los primeros días después de la muerte y, finalmente, a los pocos años se reunió toda esa documentación: correspondencia, cartas, testimonios, orales y escritos y se envió al Fundador, para que él decidiera, como parte actora de la Causa, si se debían dar los primeros pasos para el comienzo del estudio de una posible causa de beatificación y canonización.

Hemos de recordar que el derecho de la Iglesia durante muchos siglos establecía que para dar comienzo a la fase instructoria y testifical de un proceso de canonización se requería, al menos, que hubieran trascurrido treinta años desde la muerte del Siervo de Dios.

El objetivo de esa tardanza, que ahora vemos desproporcionada, era asegurar que la fama de santidad de vida y de que Dios la quería como modelo e intercesora del pueblo de Dios, estaba bien consolidada y había llegado, a una parte significativa del pueblo de Dios o la totalidad del pueblo de Dios.

Actualmente, la Instrucción “Sactorum Mater” del 17 de mayo de 2006 pide esperar tan solo cinco años. La ventaja, ahora lo vemos muy claro, consiste en que la gran mayoría de testigos de un proceso actual son “de visu” y, por tanto, la narración de las virtudes o las anécdotas que relatan los testigos son mucho más vivas y significativas de la santidad del posible candidato.

Cuando san Josemaría dijo que adelante, nombró un postulador de la Causa y le animó a recoger los escritos de la posible Sierva de Dios, sobre todo, los testimonios que seguían llegando de su vida y de favores obtenidos por su intercesión y recoger testimonios “ad futuram memoriam” para que cuando se acercara el momento de solicitar al sr. Arzobispo de Barcelona la introducción de la Causa no se hubieran perdido valiosos testimonios. Además, se constataba que si llegaban tantos favores y gracias, era una señal ineludible de que verdaderamente Dios estaba detrás de todo eso.

Lógicamente, a san Josemaría le vendría a la cabeza la escena conmovedora sucedida meses antes de la muerte de aquella joven, cuando sus padres, conscientes de la gravedad de la enfermedad que padecía, le propusieron ir a Roma, en otoño, cuando todavía podía caminar, para pasar unos días en la ciudad eterna.

Es interesante caer en la cuenta de que, en junio de 1958, unos meses antes de la muerte de Montse, se le diagnosticó un cáncer de hueso en una pierna y empezó a padecer intensos dolores que llevaba con serenidad y fortaleza heroica.

Los padres de Montse viendo que empezaba a desarrollarse la fase final de la enfermedad decidieron animarla a viajar a Roma unos días para peregrinar a la ciudad eterna, rezar ante la tumba de san Pedro, conocer al Papa en una audiencia general y al Fundador de la Obra y, finalmente, visitar la sede central de la Obra en Roma. Allí, conocería a algunas de las mayores del Opus Dei, como Encarnita Ortega, una mujer de las primeras, entonces Secretaria Central, y cuyo proceso de beatificación está terminado en su fase diocesana en Valladolid; también a Dora del Hoyo, la primera Numeraria auxiliar del Opus Dei, cuyo proceso de beatificación está en su fase diocesana.

Efectivamente, con gran alegría pasó Montse esos días en Roma y pudo ser recibida por san Josemaría Escrivá de Balaguer y el beato Álvaro del Portillo que le acompañó en dicha audiencia y fue testigo de la emoción de todos. San Josemaría quedó tan impresionado de la entereza y naturalidad con la que se comportó Montse que le comentó a Encarnita Ortega que se cerciorase de que aquella joven era consciente de la gravedad de la enfermedad que padecía, para que se abandonase en las manos de Dios para pedir su curación, pero que aprovechase ese viaje y los meses que Dios le diera de vida para disponer su alma para la vida eterna.

Efectivamente Montse y Encarnita hablaron confiadamente y tanto Encarnita como el Fundador quedaron impresionadas de la categoría espiritual y humana de Monse y lo bien preparada que estaba para el salto a la vida eterna como efectivamente sucedió.

Al regreso de Montse se aceleró todavía más el proceso médico y en unos meses, en marzo de 1959, un Jueves Santo, entregó su alma a Dios. Impresiona mucho leer la agenda de Montse y ver la última anotación el día anterior a fallecer: “tengo que ser más ordenada”. Es decir, Montse deseaba querer a Jesús y ponerle siempre y en todo por encima de todo lo demás, incluso del miedo a contristar por retrasar una visita si fuera necesario, para terminar de rezar el rosario u otra responsabilidad que tuviera entre manos.

Fueron muchos los testigos que la conocieron personalmente y pudieron testificar pues eran muy jóvenes todos sus familiares, amigos, compañeras de clase, vecinas, que habían visto como desde el 24 de diciembre de 1957 hasta el Jueves Santo de 1959 había correspondido a su vocación y había alcanzado el premio de una vida colmada de amor de Dios.

Para saber más:

¿Cómo era Montse Grases?

Montse Grases, la alegría de la juventud 

Montse Grases (Canal de Youtube)

José Miguel Cejas, Montse Grases. La alegría de la entrega, Rialp, Madrid, 1995

Edith Zeltner Niksic, Montse Grasses. Ahora toca ser valiente: 33 (Biografía joven). Miquel Codolar (traductor)

J. M. Cejas, Montse Grases. Biografía breve, Ed. Rialp, Madrid 1994.

L. M. Picanyol y P. Saumell, Montse. El secreto de una sonrisa, Ed. Casals, Barcelona 1998.