G. Soriano, I. Zorroza, G. Castillo y J F. Selles (eds.) Filósofo, maestro, amigo: 278 testimonios sobre Leonardo Polo. Vol. II. Eunsa, Pamplona, 2024, 562 pág.
No es la primera vez que aparece un libro de testimonios sobre el profesor Leonardo Polo (Madrid 1926, Pamplona 2013). Cinco años después de su fallecimiento, a los 87 años, se publicó Filósofo, maestro y amigo. 234 testimonios sobre Leonardo Polo. Un volumen con una extensión de 644 págs, donde escribieron personas que lo habían conocido personalmente y otras que aportaban su valoración de la obra de Polo. Incluía, además, algunos testimonios más de personas que había escrito notas necrológicas («in memoriam») cuando Polo falleció. Encabezan los testimonio varias autoridades académicas relevantes de la Universidad de Navarra. Sería el volumen I ya que ahora se acaba de presentar el II, con idéntico título: Filósofo, maestro, amigo. Sigue una estructura parecida al primero. En esta oportunidad con la participación de 278 personas y coordinado por los mismos editores del volumen I. El comentario que sigue tiene en cuenta ambos volúmenes.
Entre las autoridades académicas de la Universidad de Navarra que presentan su testimonio se encuentran Mons. Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad de Navarra, D. Ignacio Barrera, Vicecanciller y Alfonso Sánchez Tabernero, Rector de la Universidad de Navarra cuando se editó el primer volumen. Hay también una breve nota de la rectora actual. Entre los testimonios directos e indirectos se encuentran destacadas personalidades del ámbito académico juntoa otras menos conocidas pero también relevantes.
El título está bien elegido ya que los recuerdos y comentarios presentados explicitan esta triple faceta de Leonardo Polo, como filósofo, como maestro y como amigo. Me fijaré en unos pocos testimonios.
Su genialidad como filósofo es constatada por muchos de los ponentes. James Colbert lo califica de «genio creador y único» Luis Baturone lo califica como «un gigante de la filosofía» y el catedrático Juan Arana no duda en calificarlo como «la figura más portentosa que hayamos conocido nunca.» Su actividad intelectual tiene aplicación en muchos campos, como la educación, la economía y la empresa, la participación en la vida pública. También tiene «valor inmenso para el quehacer teológico» (Augusto Bayer). Otros se fijan en las fuentes de su pensamiento: Enrique Alarcón afirma que «D. Leonardo era filósofo porque amaba la Sabiduría» (p. 49) el malogrado Rafael Alvira, señala que que Polo, «simplemente vivía la filosofía». Enrique de la Lama observa que «todo lo que veía lo veía profundamente.» Para Javier Hervada, Polo era, ante todo, «buscador de la verdad». Para Juan José Muñoz García, Leonardo Polo fue «ejemplo de entrega infatigable al saber filosófico.» Su amor a la verdad informaba su proceder filosófico. Según Jesús de Garay, «notabas enseguida que lo que le importaba era si eso era verdad o no.»
Su genuina, paciente y prolongada docencia fue ejercida principalmente en la universidad de Navarra pero también en otras universidades de Latinoamérica e Italia. Como afirma Miquel Bastons, «sus clases eran una reflexión filosófica en voz alta». Polo no solo enseñaba, hacía algo no tan frecuente: fue «el filósofo que nos enseñó a pensar» (Aranguren). «Era apasionante escuchar sus clases», añade Dante Guerrero. Se su modo de exponer José Luis Illanes destaca sus «palabras, dichas con naturalidad, sin afectación, de ir más allá de lo inmediato, de percibir en el fondo. En este mismo sentido, Diego Martínez Caro, añade: «Me llamaba mucho la atención… cómo se metía en todos los temas profundizando» y Manuel Martín Algarra apostilla, «iba desarrollando los temas de la clase con profundidad, suavemente».
La tercera faceta, la amistad, con las virtudes que la acompañan, es también ampliamente destacada. Pablo Domínguez habla «del calor de un verdadero amigo». García Kihn destaca su «trato cariñoso y dedicación al trabajo». «Me impresionó su humildad y su buen humor», afirma Carmen Camey; «una persona encantadora» añade Manuel Castells. Purificación Díez de Castro resalta de Polo su afabilidad, generosa ayuda y sencillez. Coincide en ello Inmaculada Hita, que de Polo que era «un hombre muy afable y bueno». Sabía escuchar, «sólo cuando todos habían hablado lo hacia él» (Mónica Codina). Enrique Banús testifica: «Siempre que le pedimos que colaborara en al-guna de nuestras actividades, lo hizo. Sin complicaciones, sin reticencias, amablemente.» A Gerardo Castillo le impresionó «la paz y serenidad ante su enfermedad» en los últimos años de su vida.
No cabe duda, que Leonardo Polo ha dejado muchos discípulos y admiradores y un gran legado, una de cuyas manifestaciones es la publicación de sus Obras completas, que compendian el trabajo que Polo realizó. De momento se han publicado, o se publicarán próximamente, veintisiete volúmenes en los que se incluyen 45 libros y otros escritos menores de Polo. Existen además, textos inéditos suyos, conservados en el Archivo General de la Universidad de Navarra (AGUN), junto con la transcripción de cintas grabadas que es espera que den lugar a otra serie de volúmenes.
En resumen, este volumen de Filósofo, maestro y amigo junto con el anterior suponen un valioso material que deberá ser tenido en cuenta cuando, algún día, se aborde la publicación de la vida intelectual y personal de Leonardo Polo. Enhorabuena a los editores por la iniciativa.