Los días 14 y 15 de febrero de 2025 han tenido lugar las I Jornadas de Personalismo acogidas por el Ateneo Universitario Sant Pacià en Barcelona y organizado por tres entidades que cultivan la filosofía personalista en España, Instituto Emmanuel Mounier de España (IEME), el Institut Emmanuel Mounier de Catalunya (IEMC) y la Asociación Española de Personalismo (AEP). Cada una de estas entidades llevan ya bastantes años de funcionamiento, la que menos 20 años. En este tiempo han desarrollado una notable actividad, con conferencias, seminarios, cursos, publicaciones y aun con una revista propia cada una de estas instituciones. La revista Acontecimiento (IEME), Calidoscopi (IEMC) y Quién. Revista de filosofía personalista (AEP).
Los organizadores consideraban ya un éxito el hecho de que, por primera vez, organizaran un evento conjunto. Por otra parte, tomaron parte en el evento alrededor de 170 personas, la mayoría presenciales y unos pocos en línea, y se presentaron casi 60 comunicaciones que se sumaron a 10 conferencias plenarias. Así, pues, la participación puede considerase también un éxito. Sin embargo, el mayor éxito, a mi juicio, es que quedó claro que el pensamiento personalista está vivo y que puede aportar mucho en este momento de crisis moral y espiritual en nuestra sociedad.
El personalismo, introducido por Emanuel Mounier en el periodo de entreguerras, con importantes precedentes en Jaques Maritain, tuvo una época de esplendor en las décadas siguientes, pero después perdió popularidad. Sin embargo, en el presente siglo estamos asistiendo a un nuevo despertar del personalismo manifestado en libros, tesis doctorales y eventos como éste. Presumiblemente, habrá más, y todavía más amplios. De hecho, se anunció el II Congreso Mundial de Personalismo en Madrid para el 2026.
El personalismo no es un sistema filosófico cerrado, sino un conjunto de corrientes de pensamiento que tiene en común poner en el centro de su reflexión a la persona humana, considerándola como un todo, un ser irreductible a meros conceptos biológicos, psicológicos o sociales. Se opone tanto a reduccionismos materialistas como a concepciones idealistas que despersonalizan al individuo. Su énfasis está en la dignidad, libertad y responsabilidad de la persona, destacando su dimensión relacional y trascendental. De este modo, trata de superar tanto el individualismo, con individuos aislados o desvinculados, como a posturas colectivistas dónde la persona queda diluida en lo común.
Las ponencias presentadas respondieron a esta visión plural, aunque bastante convergente. Según los ponentes, se adivinaban enfoques que entroncaban con alguna de las principales corrientes de personalismo o una combinación de ellas. Así, hubo ecos de la original posición de Mounier, el llamado personalismo comunitario, así como del personalismo dialógico, con autores destacados como Martin Buber y Gabriel Marcel, el personalismo fenomenológico (Max Scheler, Edith Stein), el personalismo realista-fenomenológico (Karol Wojtyła / Juan Pablo II) y el personalismos cristiano con un enfoque no solo filosófico sino también teológico. trabajando sobre el enfoque de Wojtyla, Juan Manuel Burgos, presento un innovador desarrollo, que llamó personalismo integral, que me pareció muy sugerente.
Con todo, los elementos claves del personalismo salían una y otra vez. Destacaba, la centralidad de la persona en la reflexión filosófica, con su dignidad y valor inherente. También se subrayaba el valor de la libertad personal y la necesidad de actuar con responsabilidad, así como la importancia de la dimensión relacional y social de la persona, incluyendo el encuentro con los demás y la capacidad de las personas de actuar con amor generoso, crear comunión y construir comunidades. Tampoco falto, la apertura a la trascendencia, sostenida por muchas corrientes personalistas, orientada hacia una realidad superior (Dios).
Mientras que la mayoría de ponencias fueron marcadamente filosóficas y conceptuales, tampoco faltaron algunas intervenciones más prácticas. Entre ellas, el papel del personalismo en la transformación social (Joan Lluís Pérez Francesch), la conexión del compromiso personalista con la política (Luis Ferreiro) y un análisis de la filosofía de la cultura en el personalismo de hoy (Albert Llorca). Es también remarcable un amplio estudio sobre el sentido del personalismo fílmico desde la comunidad de propósito de algunos directores de cine y su conexión con la filosofía personalista (José Alfredo Peris).
Me resultó muy interesante la intervención de Yves Roullière, de la Association des Amis d’Emmanuel Mounier (Francia) y editor de las obras completas de Mounier, quien planteó la cuestión “¿Está realmente muerto el personalismo?, dando una respuesta animantes de una perspectiva francesa.
En resumen, parece que profundizar y aplicar el personalismo sigue siendo importante. El personalismo ha tenido una gran influencia en la ética, la antropología y la política en el pasado, promoviendo el respeto a la dignidad humana y la justicia social. Es de desear que siga teniéndola en el futuro.