El pasado 12 de noviembre, en la inauguración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP29, Ilham Aliyev, presidente de la República Azerbaiyán, país anfitrión de esta conferencia, afirmó que los recursos petrolíferos de su país «era un regalo de Dios.»
Esta expresión parece que causó sorpresa a muchos de los representantes de casi 200 países. Quizá porqué, desde hace años, esta conferencia clama contra la combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- que originan el «efecto invernadero», causante del cambio climático. Calificar los fósiles naturales como regalo de Dios parece añadir una bendición a lo un reconocido desastre. Otra razón pudiera ser la misma expresión -«un regalo de Dios»- que parece disonante en sociedades fuertemente secularizadas, y en las que parece que implícitamente se ha consensuado ignorar a Dios, «vivir como si Dios no existiera» (etsi Deus non daretur), en expresión de Hugo Grocio.
Para entender el alcance de esta expresión hay que entender el contexto en la que fue pronunciada. En primer lugar, la enorme riqueza petrolera y de gas natural de Azerbaiyán, en la región del Cáucaso, que durante años permitió a este país ser el principal proveedor de petrolero de la Unión Soviética y tener actualmente una gran relevancia en el mundo con contratos de larga duración con 13 compañías petrolíferas. Aliyev, en su intervención, criticó duramente a los países occidentales que cuestionan la industria petrolera y gasífera de su nación y denunció que su nación fuera blanco de una «campaña de difamación y chantaje bien coordinada». se reunirán del 11 al 22 de noviembre de 2024 esta Conferencia, en Bakú, Azerbaiyán. Añadió que no estaba en contra de la transición verde, pero al mismo tiempo -añadió- «debemos ser realistas.» Hay países que necesitan estos recursos naturales para vivir, aunque poco a poco van diversificando sus economías. Por ello, «no se debe culpar a los países por tenerlos, ni por llevarlos al mercado, porque el mercado los necesita. La gente los necesita.», continuó.
Según Aliyev, la principal crítica tiene que hacerse a quienes contaminan, citando a los Estados Unidos y la Unión Europea, los mayores emisores de carbono del mundo. El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, replicó tachando de absurda cualquier estrategia que implique duplicar el uso de combustibles fósiles. Estas posiciones reflejan la tensión existente en las negociaciones climáticas, entre pases industrializados y otros en vía de desarrollo, tensión que se extiende a otras cuestiones ecológicas. No me detendré en este debate, sino más bien en la mención de Dios como dador del regalo de los recursos naturales, aunque sin obviar las consecuencias de tal consideración.
Se reflexiona poco sobre esto. Parece que los recursos naturales -y aun nuestra propia vida- lo tenemos, y ya está… !a disfrutarlo! Y, solo hay quejas cuando su uso es dañino. Pero que poco se considera que todo lo que tenemos es, en primer lugar, don, algo recibido. En verdad que también hay trabajo humano acumulado, pero incluso el trabajo últimamente depende de los talentos innatos recibidos y del apoyo de otros, que a su vez también han recibido dones. Es ahí dónde la reflexión puede apuntar a descubrir a Dios, Creador de todo el universo.
Respecto a la ignorancia de Dios, Benedicto XVI señalaba, que «Cada vez más la fórmula etsi Deus non daretur se convierte en un modo de vivir, cuyo origen es una especie de «soberbia» de la razón —realidad también creada y amada por Dios— la cual se considera a sí misma suficiente y se cierra a la contemplación y a la búsqueda de una Verdad que la supera. Y, sugería como alternativa actuar veluti si Deus daretur (como si Dios fuera dado) y, esto, conlleva responsabilidad. Estas son sus palabras:
«Dios es la verdad última a la que toda razón tiende naturalmente, impulsada por el deseo de recorrer a fondo el camino que se le ha asignado. Dios no es una palabra vacía ni una hipótesis abstracta; al contrario, es el fundamento sobre el que se ha de construir la propia vida. Vivir en el mundo «veluti si Deus daretur» conlleva la aceptación de la responsabilidad que impulsa a investigar todos los caminos con tal de acercarse lo más posible a él, que es el fin hacia el cual tiende todo (cf. 1 Co 15, 24).»
Desde esta perspectiva, la necesidad de reconocer el don en todo lo que tenemos y somos ha de llevar a la gratitud a Dios y también a utilizar los recursos disponibles con responsabilidad, que implica sentido de buena administración. Esto último arroja luz sobre los problemas ecológicos, incluido el cambio climático.