Habemus Papam!
Robert Francis Prevost (Chicago, 1955), ha sido elegido Papa, con el nombre de León XIV. Es el Romano Pontífice número 267º de una sucesión ininterrumpida que empieza en el apóstol san Pedro. Sus padres son de ascendencia francesa y española. Cuenta con doble nacionalidad, estadounidense y peruana.
El Papa, Vicario de Cristo en la Tierra, ha de ser maestro, sacerdote y pastor, porque eso fue Cristo, en su misión mediadora. Cristo es Maestro que enseña el camino hacia Dios, es Sacerdote que se ofrece a sí mismo en redención por todos los pecados y es Pastor que conduce a las ovejas que tiene confiadas. De ese triple oficio de Cristo (tria munera Christi, según la terminología teológica), en realidad, participa no solo el Papa, sino todo bautizado. Cada cristiano enseña con su vida y con su palabra, participa del sacerdocio de Cristo en el Santo Sacrificio de la Misa, ya sea con su sacerdocio común o ministerial, y actúa para acercar los demás al redil de Cristo. El Papa participa de esos oficios de un modo singular, en su Magisterio Supremo y Universal de la Iglesia, en el sacerdocio de Obispo de Roma – Romano Pontífice – y acompañando al Pueblo de Dios con potestad suprema y universal.
El Espíritu Santo ha inspirado su elección, no sin que los cardenales hayan ponderado que el cardenal Prevost cuenta con virtudes arraigadas y una notable preparación y experiencia para ejercer este tiple oficio.
Su preparación académica empezó con un grado en matemáticas en la Universidad Villanova, USA, junto con una especialización en Filosofía, y una maestría en teología (divinity, en la terminología americana) en la Unión Teológica Católica de Chicago. En Roma obtuvo la licenciatura y el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad de Santo Tomás (Angelicum). Habla inglés, español, italiano, francés, portugués, y lee el latín y el alemán.
Su espiritualidad se ha forjado en sus estudios básicos en un colegio de los padres agustinos y posteriormente en su ingreso y profesión religiosa en la orden de san Agustín. En sus palabras iniciales, León XIV se definió como hijo de San Agustín. Para su misterio contará con la gracia sacramental de la plenitud del sacerdocio como Obispo y la asistencia del Espíritu Santo, junto con las oraciones de todo el Pueblo de Dios.
Cuenta también con una amplia experiencia pastoral y docente, con más de 30 años de labor en Perú. Su experiencia de gobierno incluye diversos cargos en la Orden de san Agustín, incluyendo ser Prior de la Orden y, posteriormente, haber sido Obispo de Chiclayo, Perú. A nivel universal es destable su desempeño como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Además ha formado parte de dicasterios como para la Doctrina de la Fe, para las Iglesias Orientales, para el Clero, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para la Cultura y la Educación, para los Textos Legislativos y de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.
Primeras palabras del Santo Padre León XIV
“¡La paz sea con todos vosotros!”, empezó diciendo, evocando el primer saludo de Cristo resucitado, «el Buen Pastor, que dio su vida por el rebaño de Dios.» Añadió: “También yo quisiera que este saludo de paz entrara en vuestro corazón, que llegara a vuestras familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea contigo!”
Siguió hablando de la paz: “Ésta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante.» Y dio un motivo profundo: «Viene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente.”
No faltó un cariñoso recuerdo para el Papa Francisco: “¡Aún conservamos en nuestros oídos aquella voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco bendiciendo Roma! El Papa que bendijo Roma dio su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana de Pascua. Permítanme continuar con esa misma bendición.”
Sus palabras, mostraron enseguida una gran confianza en Dios: “Dios nos ama, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá. Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y unos con otros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz.»
Añadió la necesidad de Cristo para nuestro mundo: «La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzado por Dios y su amor. Ayúdennos también a nosotros, y luego unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con los encuentros, uniéndonos a todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!
La continuidad con el Papa Francisco, especialmente con su encíclica Fratelli tutti se hizo patente, en la acogida a todos, así como la idea de sinodalidad:
Quisiera caminar junto a vosotros, como Iglesia unida buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para anunciar el Evangelio, para ser misioneros.
Este anuncio del Evangelio y ser misioneros -con misión- fue especialmente resaltada: “Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a recibir como esta plaza con los brazos abiertos. Todos, todos aquellos que necesitan de nuestra caridad, de nuestra presencia, de nuestro diálogo y de nuestro amor.”
No faltaron saludos particulares para la Iglesia articular de Roma, en dónde el Papa es el Obispo” y para su antigua diócesis de Chiclayo, en Perú.
Unas palabras finales podrían significar un primer y elemental esbozo de lo que puede ser este pontificado:
A todos vosotros, hermanos y hermanas de Roma, de Italia, del mundo entero, queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que trata siempre de estar cercana especialmente a los que sufren.
La piedad mariana del nuevo Papa quedó de manifiesto al dirigir una breve oración a Maria y recordar que su elección ha tenido lugar el día de la Súplica a Nuestra Señora de Pompeya. “Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor. Entonces me gustaría orar junto contigo. Oremos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.
Ave María…