Según un adagio popularizado por el filósofo Thomas Hobbes en el siglo XVII, «el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus). Es una frase, que en realidad, viene de los romanos, concretamente del comediógrafo Plauto. Con estas palabras, Hobbes asumía que el hombre es un ser radicalmente egoísta, que lo único que el importa es su propio interés y para eso, si hace falta, devora a los demás. Y, si hay formas civilizadas de convivencia, es simplemente para evitar la guerra de todos contra todos. Según Hobbes, esto se evita a través de un supuesto “contrato social” que exige un fuerte poder coercitivo, que es el Estado, el Gran Leviatán, como le llama este filósofo.
La existencia de riñas, violencias y guerras que surcan la historia de la humanidad parecen justificar que cada hombre, efectivamente, es un lobo para los otros hombres y que el ser humano es esencialmente egoísta e incapaz de actuar de otro modo. Tomás de Aquino, y antes Aristóteles, tenían una perspectiva distinta, y pensaban que el hombre es un amigo para el hombre (homo homini amicus) y que no actuar así es más bien una deformación. Es verdad que, a veces, los hombres actúan de modo bestial con los otros, como lobos feroces, y aún peor, pero también es cierto que, ante la percepción de necesidades de otros, incluso sin conocerlos personalmente y más aún para los más próximos, muestran capacidad de actuar como amigos, queriendo hacerles el bien y, a veces, con gran generosidad. Eso prueba esa disposición innata, que será reforzada por la visión del otro como un hermano, por la compasión y la virtud.
Esto se ha hecho evidente con la DANA en zonas de Valencia y otros lugares de España, con la reacción popular y los voluntarios desplazados para ayudar. Ha sido una situación dramática, con lluvias torrenciales que en poco tiempo arrasaron lo que encontraban, también personas. Más de 200 víctimas mortales, unos 10,000 vehículos destruidos, centenares de viviendas devastadas, 48.722 empresas, sobre todo pequeñas y medianas, perjudicadas.
Unos 15.000 voluntarios estaban allí poco después de la catástrofe, quitando barro y desperdicios, distribuyendo agua y alimentos o ayudando a lo que hiciera falta. Junto a bomberos, policías y el ejercito, no cabe duda, de que han hecho un gran trabajo. Desde muchos lugares se ha iniciado también una recogida de donativos a través de entidades como Caritas, la Cruz Roja, o cuentas habilidades. Por otra parte, se ha sabido del envío de grano desde ganaderos catalanes a sus colegas de Valencia, que no podían sacar las ovejas a los campos anegados de barro.
Desde colegios, asociaciones culturales y juveniles, centros, colegios mayores o centros de formación profesional, han surgido iniciativas para colaborar con las víctimas, cada uno en la medida de sus posibilidades. Así, por ejemplo, la Oficina de Comunicación del Opus Dei en valencia informaba de que las alumnas del Colegio Guadalaviar se desplazaron hasta los pueblos afectados para ayudar a las profesoras y otros vecinos que han sufrido la catástrofe. Desde la Escuela de Hostelería Altaviana convocaron voluntarios que han estado cocinando para repartir desayunos, comidas y cenas a los distintos pueblos de la zona cero durante estos días. Del centro de FP Xabec alumnos y profesores de electricidad colaboraron dando luz a algunos edificios y profesores de fontanería consiguieron bombas de achique. Los colegios mayores Saomar, Albalat y la Alameda se están desplazando a las zonas para tareas de limpieza. También, a nivel particular, se han conseguido botas para los afectados, que están agotadas en Valencia y es un artículo de primera necesidad en este momento. Desde la parroquia de S. Josemaría han organizado un voluntariado para la recogida y distribución de ropa y alimentos. Las familias de los colegios El Vedat y Vilavella han organizado grupos de voluntarios para repartirse por los pueblos para realizar tareas necesarias en este momento, como reparto de agua, ropa, alimentos y limpieza de casas.
Es, justamente, en estas situaciones extremas dónde el hombre amigo para el hombre se explicita externamente, pero también se puede observar en la vida diaria en pequeños favores y servicio que se realizan sin cálculos interesados de retorno.
La teología católica encuentra en las consecuencias del pecado original la presencia de tendencias torcidas en los seres humanos, con ruptura interior entre el bien querido y la acción. El pecado original no ha destruido la capacidad humana de amor de benevolencia; no ha corrompido la naturaleza humana, sólo la ha debilitado.
Volviendo a la locución Plauto, se podría decir que el hombre es lobo para el hombre, cuando no lo reconoce como un semejante, más aún, como a un hermano, olvidando así que ha de comportarse como un amigo.